Fueron, pues, Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel. Aarón les contó todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. El pueblo creyó, y al oir que Jehová había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron. (Éxodo 4.29–31)
No había sido cosa fácil para el Señor convencerlo a Moisés de volver a Egipto para liberar a Israel. Con muchas argumentaciones, el patriarca había mostrado su resistencia a aceptar la misión que Dios le proponía. Finalmente claudicó, pero con poca convicción de su llamado. Cómo debe haber alentado su corazón, entonces, este recibimiento inicial por parte del pueblo. Relataron cuál era su misión y la gente los recibió con entusiasmo, uniendo sus corazones al proyecto.
¡Cuán diferente es la recepción que les dio el faraón! Los echó del palacio y ordenó que se duplicara la carga laboral de los esclavos israelitas. Tome nota de lo rápido que se esfumó el entusiasmo y el apoyo de Israel hacia Moisés y Aarón. Ni bien se encontraron con el pueblo, los israelitas exclamaron: «Que Jehová os examine y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante el faraón y sus siervos, y les habéis puesto la espada en la mano para que nos maten» (Ex 5.21).
Como líder, seguramente usted habrá experimentado muchas veces situaciones similares. Recuerdo, hace muchos años, un proyecto de construcción en el cual estaba involucrado con otro pastor. Los hermanos de la iglesia recibieron con entusiasmo la propuesta y prometieron su apoyo. Pero al poco tiempo perdieron los deseos de seguir trabajando y quedamos unos pocos para sobrellevar el grueso del esfuerzo.
Sepa usted que esta reacción es normal en el pueblo de Dios. Ellos no son perseverantes por naturaleza y fácilmente se desaniman. Pero no se enoje con ellos por esto. Si fueran perseverantes serían ellos los líderes y no usted. La tarea de mantenerles animados y firmes con la mano en el arado es suya. Cómo pastor usted ha sido llamado a infundirle ánimo a su gente y a avanzar con firmeza aun cuando hayan perdido la esperanza.
El gran ejemplo de este rol pastoral es Nehemías. El trabajo de reconstruir los muros lo enfrentó a interminables dificultades y pruebas, y muchas veces el pueblo quería «tirar la toalla». Pero Nehemías, usando una diversidad de estrategias, los animó a seguir hasta que el proyecto estuviera completo.
Este ánimo no se imparte castigando y condenando al pueblo por su falta de compromiso. Más bien usted debe darles ejemplo de perseverancia en medio de las dificultades, para que puedan imitar su fe. Anímeles con paciencia y cariño a seguir en la tarea y verá que se le van sumando, a medida que usted muestra su compromiso de no echarse atrás.
Para pensar:
Note que Moisés también se desanimó (Ex 5.22–23). Pero tiene una característica que marca al verdadero siervo. Llevó su desánimo al Señor. Y el Señor le dio Palabra para poder seguir adelante. Usted necesita hacer lo mismo. Presente su desánimo al Señor y permita que él le vuelva a encender la esperanza y la fe, dándole la gracia que necesita para seguir adelante con los proyectos que él ha puesto en sus manos para este tiempo.
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
Comentarios
El único que puede cambiar el desánimo por esperanza y fe es el Señor Jesucristo.
Ayúdanos bendito Dios a manteneros firmes y perseverantes en la obra que nos has encomendando, y a ayudar a otros con el ejemplo. Amén !