Conocer su voluntad

Al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, lo siguió. (Marcos 2.14)

Existe entre nosotros un afán por conocer la voluntad de Dios, porque deseamos agradarle en todo. En ocasiones, frente a decisiones de magnitud, mi vida entera se ha detenido mientras intento discernir los deseos del Señor para ese momento particular. Confieso, también, haber leído una diversidad de libros y artículos que ofrecen consejo acerca de cómo discernir la voluntad de Dios. En los últimos años, no obstante, una nueva perspectiva sobre el tema se ha ido formando en mi mente y mi espíritu.

Cuando leo las Escrituras no veo muchas situaciones donde las personas involucradas se afanaban por conocer la voluntad de Dios. Por supuesto que hay una serie de incidentes, especialmente en la vida de David, donde era necesario tomar una decisión con urgencia. Por ejemplo, cuando él y sus hombres debían saber si era necesario perseguir a quienes habían destruido a Siclag (1 S 30). En esa ocasión David ordenó traer el efod, para que pudieran conocer la voluntad del Altísimo. Estos ejemplos, sin embargo, parecen ser la excepción, no la regla.

El patrón que encontramos en la Palabra es otro. Al igual que en el texto de hoy, descubrimos personajes que estaban ocupados en las actividades de su vida cotidiana. No estaban buscando la voluntad de Dios ni tenían tampoco, por lo que podemos ver, mucho interés en descubrirla. Estaban enteramente dedicados a vivir sus vidas en el marco que les había tocado. En medio de esta situación de indiferencia, Dios irrumpe en medio de ellos y les trae una revelación que afecta sus vidas. La lista de personas cuya experiencia aconteció de este modo es larga: Abram, Moisés, Gedeón, David, Zacarías, María, Elizabet, José, Leví, Pedro, Ananías y hasta el apóstol Pablo. En cada uno de estos casos se produjo una irrupción divina que alteró sus vidas.

Esto me lleva a una segunda observación, y es que la revelación de la voluntad de Dios trajo aparejada, siempre, una interrupción de las actividades que realizaban estos personajes. No fueron iguales después de la visitación divina. No retomaron sus actividades normales. El curso de sus vidas sufrió una modificación dramática que los llevó por un camino enteramente diferente al que habían escogido. Muchos de ellos, no aceptaron ir por este camino sin antes luchar y discutir con Dios. Lo que él les mostraba no cuadraba con los planes que ellos tenían para sus propias vidas.

Para pensar:

Estas observaciones me permiten esbozar un enunciado, sin el atrevimiento de pretender elaborar una «teología» o una «metodología» sobre el tema. La Biblia no parece presentarnos grandes argumentos acerca de la necesidad de «buscar» la voluntad de Dios. Pareciera, más bien, que nos invita a caminar en la luz que tenemos, para dejar que Dios corrija nuestro andar sobre la marcha. Sospecho, sin embargo, que en muchos casos no conocemos su voluntad porque lo que realmente estamos buscando es que apruebe el camino que ya hemos escogido. Para conocer su voluntad debemos estar dispuestos a que él interrumpa dramáticamente el transcurso de nuestra vida, para imponer sus planes.

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000

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