Cuando la crisis azota

David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y por sus hijas. Pero David halló fortaleza en Jehová, su Dios, y dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: «Te ruego que me acerques el efod». Abiatar acercó el efod a David, y David consultó a Jehová. (1 Samuel 30.6–8)

David había salido a pelear junto a los filisteos, pueblo con él cual se vio obligado a morar luego de sufrir más de diez años de persecución por parte de Saúl. Mientras estaban David y sus hombres lejos de casa, vinieron a saquear su pueblo y se llevaron cautivos a las mujeres y niños. Cuando los guerreros regresaron a casa se encontraron con un cuadro verdaderamente desolador, el cual produjo en ellos una genuina amargura.

Quien ha asumido responsabilidades frente a otros se va a enfrentar ocasionalmente a situaciones de profundas crisis que pueden tener consecuencias devastadoras para el grupo. Esto es parte de la realidad que le toca vivir a cada líder. Y en algunas pocas situaciones, los seguidores cuestionarán duramente al líder y hasta contemplarán medidas drásticas contra su persona. Los hombres de David querían matarlo.

En situaciones de crisis siempre afloran en nosotros las reacciones más carnales. Nos lamentamos por lo ocurrido. Nos preocupamos por las posibles consecuencias. Cuestionamos los pasos que nos llevaron a la crisis. Nos enojamos con los que están más cerca nuestro. Buscamos a quién echarle la culpa. Nos apresuramos en tomar decisiones imprudentes. Todas estas cosas rara vez contribuyen a una solución.

Cuán instructivo resulta, entonces, observar el compartimiento de David en esta grave crisis que le tocó enfrentar. En primer lugar, note la reacción instintiva de un hombre acostumbrado a caminar con Dios: «David halló fortaleza en Jehová, su Dios». El hombre maduro debe inmediatamente procurar, en tiempos de crisis, acercarse a la única persona que puede darle la perspectiva correcta de las cosas, devolviéndole el equilibrio y la tranquilidad en medio de la tormenta: Dios mismo. David, como lo había hecho siempre, no se demoró en buscar del Señor la fortaleza que no poseía en sí mismo.

En segundo lugar, habiendo estabilizado sus emociones y fortalecido su espíritu, David no se puso a estudiar la situación para ver cómo podía salir de ella. Llamó al sacerdote para buscar de parte de Dios, una palabra específica para este grave revés. Sabía que, en última instancia, no importaba su propia opinión, ni tampoco la opinión de sus hombres. Sí era de extrema importancia recibir instrucciones del que verdaderamente controla todas las cosas. El resultado fue que David no solamente fue fortalecido, sino que también se le dieron los pasos apropiados para recuperar todo lo que habían perdido y se logró, de esta manera, una importante victoria para todo el grupo.

Aunque son momentos difíciles de transitar, no pierda nunca de vista que algunas de las lecciones más dramáticas e impactantes en la vida de sus seguidores vendrán cuando ellos tengan la oportunidad de observarlo en situaciones de crisis. Es allí donde aflorará lo mejor -o lo peor- que hay en su corazón.

Para pensar:

¿Cómo actúa en situaciones de crisis? ¿Cuáles de estas reacciones contribuyen a empeorar el problema? ¿Qué cosas puede hacer para manejarse con mayor sabiduría en tiempos de crisis?

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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