Cuidar a nuestros obreros

Al regresar los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. (Lucas 9.10)

De esta manera terminó el primer viaje ministerial que hicieron los apóstoles. Volvieron llenos de anécdotas de las aventuras vividas. Traían nuevas inquietudes acerca de las cosas que no habían sabido manejar correctamente. El Maestro se tomó un tiempo para escucharlos y luego los apartó hacia un lugar tranquilo.

Es en esta decisión que vemos reflejado otro aspecto del corazón pastoral del Mesías. Jesús conocía bien el desgaste que produce el ministerio en la persona que está ministrando. Las demandas incesantes, la intensa concentración, la fuga de energías, la euforia de ver obrar al Señor, todo es parte del paquete que llamamos ministerio. Y tiene sus efectos sobre los que están sirviendo al pueblo. El obrero que está constantemente ministrando, pero que no posee los mecanismos necesarios para renovar sus fuerzas, termina en un estado de profundo agotamiento. Su ministerio va a volverse pesado y su corazón va a llenarse de frustraciones, porque va a sentir que la tarea es cada vez más difícil de llevar adelante. Necesita de períodos de descanso y recuperación para poder seguir ministrando en el Espíritu, y no en la carne. Por esta razón, los apartó a un lugar tranquilo, para que pudieran recuperarse de la experiencia.

Una de nuestras prioridades, como pastores, es velar por el bienestar de nuestros obreros. Ellos no tienen la trayectoria ni la experiencia que nosotros tenemos. No conocen sus limitaciones y tienden a meterse en más proyectos de lo que es saludable. Pero nosotros sí conocemos estas dimensiones de la vida ministerial, y hemos sido llamados a protegerlos a ellos de sí mismos.

Es triste ver que muchos obreros están completamente desgastados por las implacables demandas de sus pastores. Se les ha enseñado que cualquier señal de fatiga es poco espiritual y que deben estar incondicionalmente dispuestos a asumir la responsabilidad de todo lo que sus líderes les pongan por delante. Y como si esto fuera poca cosa, frecuentemente conviven con pocas expresiones de afecto o apreciación por parte de sus pastores.

No siga usted este ejemplo. Valore el trabajo de los que están sirviendo a la par suya. Sus obreros son uno de sus recursos más preciosos. Un obrero feliz se reproduce en un ministerio pleno y fructífero. Pero un obrero triste solamente contagia a los demás su amargura.

Sea, pues, generoso en expresarle gratitud a sus obreros. Vele por la salud emocional y espiritual de ellos. Demuestre interés en lo que están haciendo y anímelos a seguir adelante. Apóyelos en todo lo que hacen. Cada uno de esos obreros le está aliviando la tarea a usted, y eso no es poca cosa.

Para pensar:

¿Cuáles son los peligros con los cuales lucha en su ministerio? ¿Cómo puede evitar que sus obreros luchen con esos mismos peligros? ¿De qué maneras puede expresarles su cuidado y afecto? Tómese un tiempo hoy mismo para demostrar interés por algunos de sus obreros.

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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