Si un gobernante hace caso a la mentira, todos sus servidores serán malvados. (Proverbios 29.12)
El principio que enuncia este proverbio es sencillo, pero un líder debe recordarlo en todo momento: El pueblo termina siendo igual que su líder. Cuando el que gobierna es corrupto, los que lo rodean se volverán corruptos. Cuando el que gobierna es justo y recto, los de su alrededor acabarán convirtiéndose en justos y rectos. ¿Por qué ocurre esto? Porque las personas que están cerca de un líder se contagian de la vida y las convicciones que este tiene. Esta transferencia de «estilo de vida» es tan intangible que nos damos cuenta de ella solamente cuando vemos los mismos comportamientos en los seguidores del líder. Es por esto que un autor define la influencia como «el poder que afecta a personas, elementos o eventos y que opera sin el ejercicio deliberado de esfuerzo por parte de alguien».
Esta realidad es una de las claves para entender cómo podemos aprovechar el impacto que produce la influencia sobre los demás. No ejercemos control directo sobre este proceso, pero sí podemos contribuir para que nuestra influencia sea positiva. El secreto de la influencia descansa sobre el carácter del líder, es decir, lo que el líder es determina la calidad de la influencia que tendrá sobre sus seguidores.
Es bueno que entendamos que este principio se manifiesta en todos los ámbitos donde haya una persona que ejerce la responsabilidad de dirigir a otros. Puede darse en un grupo tan pequeño como una familia o en una entidad gigantesca como una empresa multinacional, donde se hable de la existencia de una «cultura corporativa». En todos los casos el resultado es el mismo: la clase de persona que está al frente determina la clase de equipo que tendrá trabajando en sus proyectos.
La iglesia no escapa a esta ley. La congregación refleja el tipo de pastor que tiene. Por esta razón insisto que son mayormente vanos los intentos de cambiar directamente a la congregación. Cuando se produce un cambio en el pastor, la congregación comienza a cambiar por sí sola. Si el pastor es una persona amante de la oración, no tendrá que pasarse la vida exhortando a la congregación a que cultiven una vida de oración. Ellos mismos se irán contagiando del mismo espíritu que él tiene.
Del mismo modo podemos afirmar que lo inverso también es verdad. Cuando un pastor es corrupto, también lo será su equipo de colaboradores. No hace falta que se conozca la corrupción del pastor, pues los demás se contagiarán solos. En una congregación que yo conocí, el pastor titular vivió en una relación de adulterio durante décadas. Nadie sabía de este asunto, pero una y otra vez surgían escándalos sexuales entre los ancianos y diáconos. Parecía que la congregación tenía un particular problema con este asunto, y de hecho era así. La falta moral del pastor había corrompido indefectiblemente al equipo de colaboradores.
Para pensar:
Como líderes, entonces, pesa sobre nosotros la responsabilidad de vivir vidas de santidad y compromiso. Este es el mejor regalo que le podemos hacer a nuestra gente. Podremos ejercer sobre ellos una influencia superior a la de los mejores programas de formación del mundo.
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000
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