Fe, amor y esperanza

Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonisenses 1.2)

Esta no es la primera vez que se mencionan en conjunto estos tres aspectos de la vida espiritual. También son enumeradas en Romanos, Corintios, Gálatas, Colosenses, Hebreos y la primera carta de Pedro. Evidentemente la iglesia naciente creía que la combinación de la fe, la esperanza y el amor es la que produce la condición de mayor madurez espiritual. Hacemos bien, pues, en detenernos a considerar este asunto.

En primer lugar, el apóstol menciona la obra de fe. Hemos de afirmar que esto es enteramente diferente a la fe por obras, la que pone su esperanza en que las obras producirán fe. El apóstol claramente declara que la fe es un don de Dios, recibido por gracia. A la vez, la fe que es bíblica es una fe que se traduce en obras. Esto es difícil de entender para nosotros, porque nos hemos acostumbrado a un concepto puramente intelectual de la fe, acompañada de una vida espiritual pasiva. La fe bíblica es una fe que está en movimiento, aunque no es inquieta. Está en movimiento, porque Dios está en movimiento. Para seguirle es necesario que nos involucremos en las obras en las cuales él está interviniendo. De esta manera, la iglesia se torna una comunidad que revela sus convicciones en el estilo de vida que lleva.

En segundo lugar, esta congregación exhibía una labor fundamentada en el amor. Es interesante notar que en esto tampoco encontramos un punto en común con nuestros conceptos de amor. En nuestra cultura el amor es, mayormente, un sentimiento hacia los demás. En la iglesia de Tesalónica, sin embargo, el amor era un compromiso. Los creyentes entendían que habían sido llamados al amor y que esto demandaba de cada uno un esfuerzo. El esfuerzo es necesario precisamente porque el amor debe sobreponerse a una increíble diversidad de obstáculos para poder triunfar. El camino de Cristo hacia la cruz, su máxima expresión de amor, fue uno lleno de complicaciones, adversidades y contratiempos. La iglesia de Tesalónica seguía este ejemplo, pues Pablo utiliza un término que indica que habían trabajado hasta el punto de la fatiga.

La tercera gracia presente en la vida de la iglesia era la constancia en la esperanza. La esperanza es el elemento que más define los objetivos hacia los cuales estamos dirigidos. En medio de las dificultades, las luchas y los obstáculos, la esperanza nos ayuda a mantener los ojos puestos en lo que queremos obtener como fruto de nuestra relación con Cristo. Vemos a nuestro alrededor la destrucción y la inmundicia del pecado. Sentimos en nuestro interior la constante manifestación de la puja entre el espíritu y la carne. Mas en todo esto, no nos damos por vencidos porque delante de nosotros está la esperanza de alcanzar la madurez en Cristo, de entrar en su reposo, de ver nuestra vida y nuestra sociedad transformada por el poder del evangelio. Sin esperanza, seguramente desistiríamos de nuestro cometido.

Para pensar:

«Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1 Co 13.13).

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000

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