Fines celestiales

…a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Efesios 2.7 (LBLA)

El primer y segundo capítulo de Efesios presentan la más extraordinaria descripción de la obra soberana de Dios al redimirnos de la vida de muerte en la cual estábamos atrapados. Pablo enumera en un versículo tras otro el sacrificio de Dios a nuestro favor, presentando una larga lista de los fabulosos beneficios que esto ha traído a todos aquellos que han hecho de Cristo su Señor. Es, literalmente, un testamento que debe ser estudiado cuidadosamente por sus hijos, pues una mera leída no servirá para entender la profundidad ni la extensión de los beneficios que hemos obtenido en él.

Observe por un momento la declaración del objetivo de este regalo de Dios a los hombres: «…a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús». Es de sumo interés para nosotros notar dos cosas puntuales en esta declaración.

En primer lugar, el objetivo de Dios se extiende mucho más allá de los objetivos nuestros. Aun en el caso de las personas más espirituales, nuestros objetivos rara vez se refieren a eventos más allá de nuestra propia vida. Para la mayoría de nosotros las metas de nuestra vida se expresan, más bien, en términos de meses y años. Aquellos pocos que están construyendo a largo plazo, pueden estirarse a metas que se miden en términos de décadas. La declaración de Pablo nos impacta porque declara que la meta de Dios ¡se mide en cuestión de siglos! Mucho después de que Pablo hubiera muerto y los detalles de sus viajes quedaran en el olvido, el Señor estaría cosechando los frutos de la obra que él realizó en y por medio del gran apóstol.

Todos deseamos contribuir en algo a la generación en la que vivimos. El Señor tiene la perspectiva puesta en la eternidad, recordándonos que solamente vale la pena esforzarse y luchar por aquellas cosas que están contempladas dentro de esta dimensión del tiempo. Muchas de las cosas que nos parecían tan importantes en su momento habrán sido olvidadas por las generaciones futuras.

En segundo lugar, notamos una vez más, que lo que Dios desea dar a conocer a los hombres de todas las épocas son «las sobreabundantes riquezas de su gracia». Es decir, que los hombres puedan mirar para atrás y decir de todo corazón: «¡realmente Dios ha sido maravillosamente bueno para con nosotros!»

Un diccionario del Nuevo Testamento define la palabra «gracia» como «una especial manifestación de la presencia, actividad, poder o gloria divina, un favor, un regalo, una bendición». En este sentido, lo visible, con el pasar de los años, las décadas y los siglos, será el carácter bondadoso, misericordioso y paciente de Dios, que ha perseguido con amor insistente, a lo largo de todas las épocas, a un ser humano terco y pervertido en sus caminos. ¿Qué testimonio nos deja está actitud por parte del Padre? El amor persistente de Dios no conoce la frase «darse por vencido».

Para pensar:

Oh, Dios eterno, tu misericordia ni una sombra de duda tendrá. Tu compasión y tu bondad nunca fallan, y por los siglos ¡el mismo serás!



Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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Comentarios

  1. Nuestro Dios hace todo con una perspectiva de eternidad, para mostrar la sobreabundante gracia que tiene para con nosotros.

    “Señor, ensancha nuestra visión, para que podamos proyectar y accionar más allá de los días y años, y poner también nuestra mirada en la eternidad. Amén !

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