Firmes en nuestra vocación

Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán estar ociosos ni estériles en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.( 2 Pedro 1.8)

Siempre me impactan los términos que la Palabra utiliza para ayudarnos a entender las verdades eternas de Dios. Son sencillos pero, a la vez, profundamente ilustrativos.

En el texto de hoy Pedro usa dos términos que son útiles para comprender qué es lo que debemos evitar, a toda costa, si es que vamos a ser fieles a nuestro llamado. Estas palabras son «estéril» y «ocioso». No es necesario que indaguemos en el idioma original para entender a qué se refería el autor, pues las palabras son claramente comprensibles para cada uno de nosotros.

El ocio no se refiere a la falta de actividad, sino a la ausencia de responsabilidad en la actividad. La persona ociosa puede estar involucrada en una diversidad de actividades pero ninguna de ellas es productiva ni provechosa. De esta manera, sus actividades no le traen ningún beneficio. Tristemente, esta condición podría describir la vida de muchos cristianos dentro de la iglesia. Están involucrados en una multitud de actividades, pero son actividades que tienen poco provecho para la vida espiritual. Estas actividades consisten, mayormente, en asistir a una interminable sucesión de reuniones que supuestamente sirven para edificar nuestras vidas. Lo que en realidad logran es fomentar una pasividad que poco contribuye a la transformación.

Nuestro llamado no es a esta clase de «holgazanería» espiritual, donde nuestra meta es buscar siempre más bendición para nuestra vida. Hemos sido llamados a invertir en la vida de los demás. Esta verdad está expresada en lo que algunos han llamado la «carta magna» de la Biblia, contenida en Génesis 12.1–3. En ella Dios claramente expresa que es su intención bendecir para que seamos de bendición. Cuando el cristiano pierde de vista esto comienza a usar mal el tiempo, causando problemas para sí mismo y para los demás. Hemos de notar que la mayoría de las divisiones y los pleitos en la iglesia son fomentados por aquellos creyentes, normalmente con muchos años en la fe, que no están ocupados en buenas obras.

En segundo lugar Pedro nos dice que no debemos caer en la esterilidad. La palabra «estéril» se refiere a la inhabilidad de engendrar vida nueva. Esta condición también es anormal en el seguidor de Cristo, pues hemos sido llamados a hacer discípulos de todas las naciones, cualquiera que sea nuestra actividad. La mayoría de los cristianos, sin embargo, habiendo escuchado las buenas nuevas por el gesto amoroso de otros, rara vez llevan a otros al conocimiento de la verdad. Esta situación tampoco es normal y por esta razón el apóstol exhorta a sus oyentes a «obrar con diligencia».

Nuestra vida solamente puede escapar de estos vicios cuando mantenemos la vista en el propósito de nuestro llamado. Debemos avanzar, con paso deliberado, hacia esta meta. No podemos dejar que nos lleve la corriente de la inercia. El reino es de los osados, los que anhelan alcanzar la plenitud de su vocación en Cristo.

Para pensar:

«Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, jamás caeréis» (2 P 1.10).

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