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GRUPO DE VIDA ¿Por qué debería comenzar cuanto antes?

¿Qué son los grupos pequeños? ¿Una herramienta pedagógica? ¿Mini iglesias? ¿Un complemento para el discipulado? ¿Una idea posmoderna? Veamos. En los evangelios observamos a Jesús constantemente interactuando en grupos pequeños con los discípulos, porque el discipulado sin grupo pequeño era inconcebible para él...

En el Nuevo Testamento el ministerio sin los grupos pequeños no es una opción. Aunque la proclamación es fundamental, no podemos creer que los procesos de discipulado se realizan sobre todo con predicaciones, aunque estas tengan un formato juvenil; de hecho, si hay que elegir entre sumar una reunión de jóvenes al estilo celebración en nuestras agendas de iglesia local o simplemente realizar grupos pequeños de máximo 10 o 12 jóvenes o adolescentes, donde todos puedan participar, estar involucrados de forma práctica y conocerse por nombre… yo tengo clarísima la decisión: lo segundoes mucho mejor.

Es más bíblico, más como Jesús. No hay superproducción, predicador carismático ni entretenimiento que pueda superar una mesa reunida en el nombre de Jesús: «donde hay dos o tres congregados en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos». Este no es un versículo de consolación para usarlo cuando el local está vacío y han acudido dos o tres a la reunión de oración, es un versículo emocionante y prometedor: donde hay dos o tres en el nombre de Jesús, ¡Él está ahí! Donde haya unos pocos, Jesús forma parte de esos pocos, y su Espíritu preside si lo hacemos en su nombre.

Ahora bien, un grupo pequeño tiene unas interacciones concretas y unas dinámicas que debemos aprender a usar. Si simplemente es pequeño por el número de asistentes pero mantiene el formato de una persona hablando y el resto consumiendo lo que se habla, los frutos de esa reunión son mucho menores.

Respetemos las normas internas de un grupo pequeño y no queramos imponer el «formato de domingo» por deformación profesional. Es contraproducente.

Emular las dinámicas de un grupo grande y trasladarlas al contexto de una mesa no servirá para mucho y da una sensación de extrañeza y falta de autenticidad, todo lo contrario a lo que un grupo pequeño saludable consigue: familiaridad, sentido de pertenencia y transparencia.

Imagen de Freepik

Además, tampoco estamos descubriendo la rueda: todo movimiento que ha hecho la diferencia en la historia de la Iglesia ha tenido a los grupos pequeños como facilitadores de intercambio de ideas, crecimiento de grupos de trabajo activo, discipulado intensivo y sentimiento de hermandad para cumplir la misión. Las multitudes no han hecho la diferencia sino los grupos de discípulos que en torno a una mesa creaban —a veces sin saberlo— nuevas realidades sociales.

Implicar a las nuevas generaciones desde un primer momento en grupos pequeños es un elemento táctico imprescindible. ¿O no es acaso la familia, en esencia, un grupo pequeño donde todos forman parte (cada uno con sus roles pero con intercambio de ideas y ayuda mutua) y donde hay un discipulado intensivo y sentimiento de hermandad y paternidad? Este formato, creado por Dios, supera con creces a cualquier superproducción. El sentido de pertenencia que se genera en un grupo donde puedes expresar lo que piensas, no tiene rival; además, cuando das paso a distintas opiniones, puedes atinar mucho mejor en las necesidades de los miembros de tu grupo, te conviertes en un bisturí de precisión y puedes abordar los temas y las problemáticas que de verdad importan a los miembros del grupo, sin importar la edad.

No hay superproducción, predicador carismático ni entretenimiento que pueda superar una mesa reunida en el nombre de Jesús

Porque somos seres gregarios necesitamos de comunidad, pero no una comunidad masiva e impersonal, eso es masa, y puede tener cierto lugar para ese sentimiento de pertenencia. Pero sin duda la comunidad donde nos vemos las caras, nos conocemos por nombre, reconocemos nuestras voces, nuestras luces y nuestras sombras, es insustituible y, si se me permite, innegociable para el crecimiento saludable de la iglesia. Muchos podemos subirnos a un escenario y predicar, pero donde te la juegas es donde te miran directamente a los ojos, donde no solo compartes palabras sino también vida, interactúas, abrazas y sobre todo como líder— escuchas.

Después de sus sermones públicos, Jesús se reunía con los suyos, escuchaba sus preguntas y pacientemente contestaba. En otras ocasiones era Él quien hacía las preguntas y permitía la participación libre. No había respuestas incorrectas. El diálogo era parte del proceso, y no decir «lo correcto» es también aprendizaje.

Hay que conocer mucho mejor el tema para compartirlo y hablarlo en un grupo pequeño que para soltar el sermón sin retroalimentación. Es en el grupo pequeño, en el diálogo, donde más te la juegas: necesitas haber interiorizado bien el tema a tratar para moverte como pez en el agua en la «tormenta de ideas» que a veces se genera, y no solo eso sino que debes conocer de cerca a las personas con las que estás compartiendo, es un plus de esfuerzo y también de recompensa a largo plazo.

Además, el lenguaje nos juega malas pasadas: los llamamos «grupos pequeños» como si en la palabra «grupo» se diera por hecho que es un grupo bastante más grande, como si el grupo «de verdad» fuera otro y no este, el pequeño. Incluso en algunos lugares se los trata como «mini iglesias», ¡nada más lejos de la realidad! Para el libro de los Hechos y las epístolas, esos grupos pequeños se parecen más a lo que en la mente de los apóstoles era una iglesia, que a nuestros templos llenos los domingos, donde en algunos casos ni se conocen unos a otros.

Las dos cosas son necesarias, pero no menospreciemos los grupos pequeños; quizás ayudaría llamarlos simplemente «grupos» o «mesas» (o, si eres muy osado, «iglesias») dentro de un movimiento más grande. Debemos colocar estas «mesas» como parte natural de la vida de iglesia, facilitadores de la comunión a la que el Señor nos ha llamado, sin importar la edad: solo así puede vivirse de verdad Hechos 2:42.

Es en ese contexto donde los dones pueden desarrollarse sin la limitación del escenario, donde el porcentaje de los que sirven es mínimo. Los grupos pequeños multiplican las oportunidades de servicio porque multiplican la comunicación unos a otros, una clave para la comprensión de la iglesia primitiva y sus dinámicas. Me pregunto qué contestarían Jesús o Pablo si les preguntásemos qué entienden ellos por «iglesia local».

Asumamos el reto que Jesús nos puso delante llamado la gran comisión. Él no solo nos enseñó qué hacer sino también el cómo hacerlo. Hagámoslo entonces, como Jesús, siguiendo su modelo.

Y finalmente, también nos explicó el por qué: por el reino de Dios. El esfuerzo merece la pena.



Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 17, “Grupos pequeños que logran grandes resultados

Créditos ph: Imagen de Freepik

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Comentarios

  1. Así es, los grupos son fundamentales e imprescindibles para el crecimiento y multiplicación de la Iglesia y sus miembros. Ahí todos somos protagonistas, no hay espectadores. Nos conocemos, interactuamos, compartimos, crecemos, y damos a conocer a Jesús para que otros también lo conozcan.
    Por eso no les llamamos Grupos Pequeños, sino GRUPOS DE VIDA. Porque la Vida de Cristo se manifiesta en y a través de esos grupos.
    Si todavía no sos parte de uno de ellos, considera sumarte en este año, para que tu experiencia del cristianismo sea completa, llena y fructificante. Que así sea!

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