Guardar su palabra

…y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28.20)

La reflexión de ayer, como parte de esta serie sobre la Gran Comisión, se centró en las diversas maneras en que se lleva a cabo la tarea de enseñar a los que se están transformando en discípulos. Dentro de sus instrucciones sobre la formación, Jesús especificó que la enseñanza debía procurar que los «alumnos» guardaran todas las cosas que él había mandado.

Si nos detenemos un instante en la frase «que os he mandado», vamos a entender rápidamente a qué se refería el Maestro. Una gran parte de lo que se enseña dentro de la iglesia hoy tiene el objetivo de informar a los miembros del cuerpo. Nos enredamos en interminables estudios sobre todos los temas posiblemente relacionados con la vida cristiana. Al examinar los evangelios, sin embargo, encontraremos que la enseñanza de Cristo nunca tuvo el objetivo de informar a los discípulos. En más de una ocasión ellos mismos lo presionaron para que les diera información como, por ejemplo, cuando quisieron averiguar acerca de los tiempos en que sería restaurado el reino de Israel. Jesús esquivó estas preguntas y se concentró en darles instrucciones acerca de la manera en que debían conducirse dentro del reino. Sus enseñanzas no consistían en la opinión que tenía acerca de la vida espiritual. Eran una serie de mandamientos que tenían como objetivo producir en ellos obediencia.

Este es un punto clave para todo discípulo. Santiago advierte del peligro que corremos de volvernos «oidores olvidadizos» (1.22). Este tipo de persona, dice el apóstol, es aquella que se engaña a sí mismo, pues entiende que la Palabra es buena para su propia edificación pero no hace nada al respecto. Los bienaventurados son aquellos que convierten la Palabra en su estilo de vida (1.25).

Producir una transformación en la vida de aquellos que escuchan la Palabra es uno de los objetivos primordiales de nuestro ministerio como maestros. ¡De nada sirve que los que nos oyen queden entusiasmados con la enseñanza, si es que van a seguir viviendo de la misma manera que antes! Cuando muchos judíos se entusiasmaron con la enseñanza de Jesús y creyeron en él, los confrontó y les dijo en términos absolutamente claros: «si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos» (Jn 8.31).

El Dr. Bruce Wilkinson, autor de varios libros sobre la enseñanza, llama a esta decisión una de las siete leyes del estudiante. Nos hace notar que la palabra que más va a impactar la vida de un aprendiz es aquella que primeramente impactó la vida del maestro. Es por esta razón que nosotros debemos estar permanentemente en guardia contra la tentación de entretenernos en los detalles de las Escrituras y perder de vista que todo lo que se ha escrito ha sido escrito «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20.31).

Para pensar:

«Las Escrituras no nos han sido dadas para nuestra información, sino para nuestra transformación». D. L. Moody.

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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