La identidad se construye a lo largo de toda la vida. Sin embargo, la infancia, los primeros años de la vida, son cruciales para afianzar una base sólida de la personalidad. Existe una norma genética que marca al feto como macho o hembra, pero para que cristalice como tal, se necesita del entorno adecuado a partir del nacimiento.
Lo genético (macho – hembra) más lo ambiental (padres, familia, amigos, colegio, educación, experiencias sexuales, etc.), determinarán nuestra evolución psicosexual y darán lugar a la identidad sexual. ¿Cómo se consigue esto? Con una educación basada en potenciar la autoestima del niño, afianzar sus seguridades y desarrollar la confianza en sus posibilidades a través de una personalidad sana y de valores firmes de los padres o educadores.
Existe una influencia más profunda que se recepciona en el plano inconsciente del aprendizaje y sin que necesariamente los padres lo perciban. Nos referimos a los mecanismos de identificación que operan en el niño. Decimos que es un aprendizaje y distinguimos dos tipos del mismo:
• El consciente voluntario en el que el sujeto se propone aprender.
• El inconsciente donde se aprende sin proponérselo. Éste se genera especialmente en la estructura familiar.
• Hay identificaciones en el plano del sentimiento, del pensamiento, en la forma de ver la vida, etc. Estos mecanismos de identificación operan en el plano profundo de la personalidad.
CÓMO AYUDAR A LOS NIÑOS
Una personalidad sólida y segura consiste en una identidad madura y confiada, que ha recibido cariño, reconocimiento, corrección y orientación. Asume sus propias responsabilidades, soporta la frustración y es capaz de estar satisfecho de sus logros personales. Si me pidieran que solo elija una única variable para la formación de la identidad saludable en el niño, sin dudarlo diría que trabajemos en su autoestima. La autoestima se origina básicamente en los primeros años de la vida, en la interrelación con las conductas de los padres.
La gente con adecuada autoestima es menos ansiosa en una variedad de situaciones, y es menos propensa a estar deprimida, irritable o agresiva. Las personas que tienen autoestima baja son más propensas a tener sentimientos de resentimiento, enajenación e infelicidad. Las que tienen autoestima baja también son más propensas a experimentar insomnio y síntomas psicosomáticos. Así, si deseamos que nuestros niños lleguen a conseguir una adecuada autoestima y que se conviertan en adultos felices, seguros de su identidad sexual, tendremos que trabajar en la construcción de una sólida base de su personalidad fundamentalmente durante los primeros años.
CUATRO TIPS FUNDAMENTALES:
1. LOS ADULTOS SOMOS EL MODELO DE REFERENCIA A SEGUIR.
El nivel de nuestra madurez será el nivel con el cual influenciemos la vida de los niños. El adulto que pongamos delante del niño será el espejo donde este se refleje y aprenda quién es él, quién es el otro y cómo debe ser su vida. En esta etapa, mucho más importante que saber cuánto sabe el docente o maestro de la clase bíblica, es saber QUIÉN ES y QUÉ TAN MADURO es ese maestro.
En nuestras iglesias, en la mayoría de los casos, actuamos exactamente al revés: ponemos delante de la clase de los niños a los más inmaduros, total… «son niños». ¡Qué acción tan ignorante! Es exactamente en esta edad donde se graban los fundamentos de su identidad y donde debemos poner los modelos más maduros, seguros en su roles masculinos y femeninos que tengamos. Así, en la medida que nosotros respetemos a los demás y resolvamos nuestros problemas con fortaleza, así lo repetirán ellos.
2. LA IMAGEN QUE TIENEN Y TENDRÁN EN EL FUTURO ACERCA DE SÍ MISMOS DEPENDERÁ DE LA IMAGEN QUE LOS ADULTOS PROYECTEMOS EN ELLOS.
Existe un experimento clásico muy conocido donde Robert Rosenthal y Lenore Jacobson evidenciaron cómo las expectativas del profesor afectan y condicionan la evolución académica del alumno conocido como el efecto Pigmalión. Robert Rosenthal y Lenore Jacobson seleccionaron estudiantes en una escuela primaria; después de realizarles una serie de tests de inteligencia, les indicaron a sus profesores que, debido a las altas capacidades de los alumnos elegidos, tendrían grandes mejoras académicas durante el curso.
Ocho meses más tarde, estos científicos regresaron a evaluar la evolución de estos estudiantes sobresalientes. Los resultados académicos y las mediciones de los tests realizados demostraron que el rendimiento de los alumnos elegidos durante el curso había mejorado considerablemente. La sorpresa fue que estos científicos le confesaron al profesor que los alumnos seleccionados no eran los más brillantes, sino que solo habían sido elegidos al azar. En el aula se dio lo que se conoce en psicología como profecía autocumplida, es decir, las creencias del profesor acerca de las capacidades de sus alumnos originaron conductas que el mismo profesor esperaba.
No solo las expectativas positivas o negativas del docente pueden afectar al comportamiento del alumno, sino que además pueden afectar al nivel intelectual del mismo.
El propio Rosenthal considera cuatro factores determinantes que permiten explicar cómo las expectativas del profesor pueden transmitirse a los alumnos y cómo esto puede provocar mayor desarrollo. Vamos a aplicar estos mismos principios para pensar en acciones concretas que ayudarán a nuestros niños a formarse con una identidad clara y sólida. Entonces, ¿qué podemos hacer para proyectar la mejor imagen de ellos mismos?
a. Generar un clima emocional más cercano.
No solo debemos buscar pasar más tiempo con los niños, sino que debemos procurar que ese tiempo sea de mayor calidad emocional.
b. Tener expectativas muy altas del niño.
NO PONGAS ETIQUETAS limitantes sobre su vida. No le digas cosas como: «igualito a tu tío» o «igual a tu papá». No lo compares con su hermano. El adulto que más exige, más lo ayuda, más lo acompaña y más lo espera. Todo lo contrario ocurre cuando el adulto cree que el niño es menos inteligente. Anímale en el camino del aprendizaje, confía en sus posibilidades.
c. Preguntarles más. Otorgarles conFianza en su razonamiento.
Cosas como: «¿Y tú cómo lo harías?», «¡Qué interesante!». «¡Qué respuesta tan inteligente!». Enséñale a que asuma los errores como parte fundamental del aprendizaje. Escúchalo atentamente y con mucho interés en la respuesta. Ayúdalo con alternativas de respuestas.
d. Elogiarlos más.
Cuanto más se cree en el niño, más se le alaba para que pueda obtener el mejor resultado. Si el adulto no cree en la capacidad del niño, puede aceptar una respuesta incorrecta o incompleta.
3. LAS NORMAS Y LOS LÍMITES LOS FORTALECEN.
A través de límites claros les ofreceremos un contexto de seguridad y libertad para que ellos puedan ser niños con permiso y cuidado de equivocarse, ya que tienen un adulto seguro alrededor que los corregirá y guiará a lo mejor. Por supuesto, en todos los entornos tienen que existir márgenes de flexibilidad que permitan desarrollar su creatividad e individualidad, pero los padres tienen que capacitar al niño para desarrollarse adecuadamente frente a la frustración, tolerando sus errores y volviendo a intentar la tarea de una mejor forma, aprendiendo de las equivocaciones y buscando mejorar.
4. EL AMOR Y CARIÑO LOS HACE FUERTES.
Muy en disidencia con la vieja idea de que si somos amorosos con los niños los haremos débiles y blandos, está demostrado que una fuerte dosis de amor y cariño expresada través de las caricias, besos y expresiones verbales de amor y halago, construirá niños con una batería emocional repleta de seguridad, capaces de dar amor y reconociendo a otros niños y adultos sin miedo a perder su cuota de amor y reconocimiento. La calidad emocional que recibe el niño repercute directamente en su autoestima. Ofrezcámosles afecto diario como parte del proceso educativo.
Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 10, “LGTBIQ Desafíos pastorales”
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