“Vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe”. Mateo 24.50
Una de las responsabilidades de los que delegan tareas y tienen gente a cargo es la de supervisar.
La supervisión es como los análisis y las radiografías. No son ni buenos ni malos, simplemente sacan a luz cosas buenas y malas.
La forma correcta de hacerlo es sin indicar el día y la hora que se hará, para de este modo evitar susceptibilidades pensando que las cosas estaban bien porque se sabía que se iba a supervisar.
Aun referido a la venida del Señor, la Biblia enseña que ni los ángeles que están en el cielo ni el Hijo saben el día y la hora sino solo el Padre.
Este principio debe ser empleado sobre todo por aquellos padres que ponen a cargo a sus hijos del negocio o la empresa familiar.
La supervisión no debe molestar al que es supervisado cuando este tiene las cosas en orden, por el contrario la persona que actúa de forma correcta desea ser supervisado para poder demostrar lo bien que hace su tarea.
La supervisión también motiva, pues, el que hace las cosas bien, sabe que será recompensado sobre aquel que las hace mal y, tarde o temprano, terminará en problemas si no se pone en orden.
Si en la función que desarrollás te da temor ser supervisado, quizás tengas que revisar cómo estás haciendo tu trabajo.
Si te da temor que alguien llegue repentinamente a tu casa, quizás tengas que revisar si tu casa está bien ordenada.
Dios nos quiere llevar a un nivel mayor y esto va a requerir que cuando nos supervisen esté todo bien, para que nos puedan poner sobre más.
El Señor nos quiere llevar a un nivel mayor y una de las cosas que implica estar en ese nivel es el de aprender a supervisar.
Si tu visión es una súper-visión, requerirá de supervisión. Yo bendigo tu vida para que aprendas a supervisar a los que están a tu cargo y, además, para que puedas desarrollarte adecuadamente en todo para cuando vos también seas supervisado.
Tomado de “Principios para el Éxito” – Pr. Daniel González
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