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La bendiciĆ³n de sentir hambre

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serƔn saciados. (Mateo 5.6)

La sensaciĆ³n de tener hambre y sed, por mĆ”s desagradable que sea, es algo que cumple un rol indispensable en el buen funcionamiento del cuerpo. Nos alerta al hecho de que nuestras reservas de energĆ­a estĆ”n bajas y deben ser repuestas. Nos insta a procurar alimentos y bebida para satisfacer las necesidades elementales de nuestro ser. De no sentir hambre correrĆ­amos el peligro de ser negligentes y alimentar incorrectamente nuestro cuerpo.

Podemos trasladar esta observaciĆ³n al mundo de las cosas espirituales. Es por medio de las sensaciones de necesidad que nos sentimos impelidos a buscar de Dios aquellos elementos que son necesarios para nutrir nuestra vida espiritual. Por esta razĆ³n, Cristo podĆ­a decir que aquel que tenĆ­a hambre y sed de justicia era Ā«bienaventuradoĀ», pues su necesidad abrĆ­a el camino para la provisiĆ³n de Dios.

Un sencillo principio se desprende de esta observaciĆ³n: el camino que frecuentemente recorre el SeƱor en su trato con nuestras vidas es el de producir la necesidad en nosotros para que, luego, busquemos su rostro y pidamos su intervenciĆ³n en nuestras vidas. Con frecuencia nos conduce a lugares donde tomamos conciencia de nuestra necesidad, y eso es lo que activa nuestra bĆŗsqueda de Ć©l. Las experiencias que revelan nuestras flaquezas pueden ser profundamente desagradables para nosotros. A menudo vienen por medio de fracasos y amargas derrotas personales. Cuando procesamos correctamente lo que estamos viviendo, reconocemos nuestra necesidad y levantamos nuestros ojos a Cristo JesĆŗs para que Ć©l supla lo que no podemos procurar por nuestros propios medios. Sin este sentido de necesidad no habrĆ­a bĆŗsqueda de nuestra parte.

El mismo principio se aplica a la evangelizaciĆ³n. Nuestros esfuerzos por Ā«salvarĀ» a otros no van a dar resultados si los otros no estĆ”n enterados de que estĆ”n Ā«perdidosĀ». Ā”Queremos interesarles en algo que aĆŗn no se han enterado que necesitan! Es fundamental que exista primeramente en ellos hambre y sed.

Al observar la escuela por la cual transitaron muchos de los grandes siervos de Dios, podremos ver que muchos de ellos tuvieron que caminar por tiempos y experiencias de profunda angustia personal. Esta angustia era producto de sus propios esfuerzos por avanzar en los proyectos de Dios. Tal es el caso de Abraham, que tomĆ³ a Agar para engendrar un hijo, de MoisĆ©s que intentĆ³ liberar al pueblo con la violencia, o de Pedro que intentĆ³ dar su vida por Cristo. La frustraciĆ³n de sus proyectos personales abriĆ³ paso para que Dios obrara en ellos de manera asombrosa. Mas era necesario primeramente que experimentaran derrota, pues sobre sus derrotas el SeƱor construyĆ³ sus victorias.

Debemos, pues, regocijarnos grandemente en esas situaciones que revelan nuestra necesidad, nuestra condiciĆ³n de hambrientos y sedientos. Estas sensaciones son las que impulsan nuestra vida hacia la fuente de toda cosa buena, Dios mismo.

Para pensar:

Ā«Venid y volvamos a JehovĆ”, pues Ć©l nos destrozĆ³, mas nos curarĆ”; nos hiriĆ³, mas nos vendarĆ”Ā» (Os 6.1).

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San JosƩ, Costa Rica, CentroamƩrica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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