La esperanza de los que temen a Dios

¿Quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me reviste de poder y quien hace perfecto mi camino. (Salmo 18.31–32)

Muchos de nosotros crecimos escuchando mensajes acerca de lo importante que es descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas. La convicción que ha hecho popular esta idea es que si descubrimos la voluntad del Padre podremos emprender una vida exitosa. En mi rol como consejero he conocido a personas que han llegado, literalmente, a un estado de parálisis por el temor de errar el camino. Suponen que existe un solo camino y que fuera de él jamás podrán alcanzar la bendición del Señor.

Con el pasar de los años se ha apoderado de mí cierto escepticismo con respecto a esas creencias. El margen de error es tan pequeño que prácticamente asegura el fracaso de la mayoría. Solamente algunos afortunados descubrirán el camino «trazado para ellos». Los demás están destinados a una vida de mediocridad porque supuestamente no descubrieron la voluntad de Dios para ellos.

El salmista nos da una perspectiva mucho más amplia del asunto. Afirma que Jehová es el que «hace perfecto mi camino». Me gusta la palabra que escoge la Nueva Versión Internacional: «él endereza mi camino». La idea que pareciera transmitir este concepto es que el camino lo arregla el Señor, no importa dónde nos encontremos. El hombre o la mujer que teme a Dios puede estar seguro que el Señor irá delante enderezando sus pasos, aun cuando no tenga certeza de estar en el camino correcto.

La clave del asunto está en la persona que transita por ese camino. Este no es un principio que es aplicable a cualquier persona, sino a aquellos que de todo corazón desean hacer lo que es correcto ante los ojos del Altísimo. ¿No es esta, acaso, la experiencia de José? No creo que él supiera cuál era el camino por el que debía andar, ni tampoco tenía mucha elección en el asunto. No obstante, la Palabra afirma que la mano de Jehová estaba con José y lo prosperaba en todo lo que hacía (Gn 39.3, 21).

Más que descubrir un proyecto especialmente armado para nosotros, pareciera que el interés del Señor es que vivamos vidas que lo honran, sea cual sea el ámbito en el cual nos encontramos. Esto no se refiere tanto a lo que hacemos, sino a lo que somos. La mano de Dios estará sobre la vida de la persona que anhela vivir en santidad, sea que se encuentre en la escuela, en su casa o en el trabajo. Como resultado de este deseo todo lo que haga será bendecido y -me atrevo a creer- hasta sus desaciertos serán redimidos por el Señor.

La convicción de que Dios estaba ocupado en enderezar sus pasos llevó al salmista a irrumpir en cánticos de alabanza y adoración, y no era para menos. Quien sabe que el Altísimo vela por su andar disfruta de un nivel de descanso y paz que trascienden las palabras.

Para pensar:

«La voluntad de Dios no es un plan, sino una actitud». W. Dhuse.
Aprender sirvien

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000

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