La llenura del Espíritu

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu. (Efesios 5.18)

El texto de hoy señala varios elementos relacionados con la llenura del Espíritu los cuales debemos comprender si es que vamos a lograr este estado. En primer lugar, podemos afirmar que Dios desea llenarnos de su Espíritu. No debe existir duda alguna con respecto a este tema. No es necesario clamar, insistir y «patalear» para que nos conceda este estado espiritual. Cristo le dijo a los discípulos: «si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lc 11.13). ¡El Señor nos insta a ser llenos porque él es el que más interesado está en producir en nosotros esa condición!

En segundo lugar, la llenura del Espíritu no se puede producir en un recipiente que ya está lleno de otra cosa. Si nosotros tuviéramos en nuestra mano una jarra con leche y quisiéramos llenarla con algún jugo, tendríamos primero que echar fuera la leche para crear el espacio necesario para el jugo. De la misma manera, como cristianos muchas veces estamos pidiendo la llenura sin darnos cuenta de que no existe, en nuestro ser, el espacio necesario para que el Espíritu nos llene. La única manera que podemos experimentar este vaciamiento es por medio de la cruz. No estoy hablando, sin embargo, de la experiencia de conversión, sino de la negación de uno mismo por la cual nuestro ser muere, para darle lugar a Dios en nuestras vidas. Es necesario negarse a uno mismo, con sus deseos, sus aspiraciones, sus planes y sus proyectos, si es que queremos experimentar la plenitud de Dios.

En tercer lugar, la llenura del Espíritu es un estado que, según la analogía que escoge el apóstol Pablo, puede ser comparada al estado de embriaguez que produce el vino. Esto no se refiere tanto a la alegría que demuestra la persona que se ha pasado de copas, aunque es verdad que el Espíritu produce profundas manifestaciones de gozo, aun en las situaciones más adversas. Creo, sin embargo, que el apóstol hacía referencia al estado de influencia o control que ejerce el vino sobre la persona. Cuando una persona está embriagada, sus sentidos ya no responden a los comandos que la mente puede darle. Es posible que, racionalmente, la persona decida ponerse en pie y caminar. Pero sus piernas y su sentido de equilibro ya no están bajo su control. Se ha «adueñado» de ellas el vino. Cuando intenta realizar la acción, ellos le «desobedecen», pues están bajo la influencia de algo más fuerte que la voluntad. De esto se trata la llenura del Espíritu. Debería permitir en nosotros un estado semejante al de la persona embriagada. Es decir, es tan fuerte la presencia del Espíritu en nosotros que aún cuando procuramos hacer lo que la carne nos propone, no lo podemos lograr, porque ¡el que está en nosotros es más fuerte que nosotros!

Para pensar:

«Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios…Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos» (Hch 4.31, 33).

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000

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