La medida de nuestra fortaleza

Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado; daré, pues, hombres a cambio de ti y naciones a cambio de tu vida. (Isaías 43.4)

La situación de crisis, que tanto busca evitar nuestra cultura hedonista, tiene un enorme valor para la persona que busca crecer en su vida espiritual. Nos permite evaluar el verdadero estado de nuestras reservas espirituales.

Todos nos sentimos fuertes y espirituales cuando la vida nos trata bien. En estos momentos, proclamamos nuestra lealtad al Señor y afirmamos nuestro compromiso de vivir conforme a su Palabra. Cuando la tormenta azota, sin embargo, la devoción y el compromiso se esfuman. En su lugar queda la pregunta tan frecuentemente escuchada en boca de cristianos en momentos de dificultad: «¿Por qué a mí?»

Para la persona que está interesada en ver una transformación en su vida, la condición indispensable para este proceso es tomar conciencia de las áreas que necesitan ser tratadas por el Señor. Mientras no vivamos situaciones que ponen a prueba nuestra vida, probablemente nos hagamos una idea errada de nuestra verdadera condición espiritual. No solamente nos convenceremos de la existencia de realidades que no son, sino que tampoco seremos concientes de la verdadera naturaleza de nuestras debilidades. La crisis le pone fin al engaño de nuestras percepciones. En la crisis tenemos la oportunidad de vernos tal cual somos. Nuestras imperfecciones, nuestra poca madurez, nuestra falta de santidad, todo esto quedará admirablemente revelado.

Para entender este principio, piense un momento en el apóstol Pedro. En la última cena, afectado profundamente por las fuertes emociones del momento, proclamó confiadamente que daría su vida por Cristo. No dudaba de su devoción, ni de su compromiso. Sin embargo, cuando llegó la prueba, no alcanzó siquiera a confesar con su boca su lealtad al Mesías.

¿Cuál de los dos Pedros tenía más potencial para la obra? ¿El primero, o el segundo? El Pedro derrotado había aprendido una valiosísima lección. No podía confiar en su propio entendimiento, ni en su propia evaluación de su pasión espiritual.

Cómo líderes, esta verdad nos deja dos lecciones importantes. En primer lugar, debemos ser cuidadosos en lo que proclamamos en tiempos de abundancia y bendición. Es fácil sentirse invencible cuando todo está a nuestro favor. En segundo lugar, debemos apreciar más el valor de las situaciones de crisis en nuestras vidas. Nadie disfruta de experimentarlas, pero qué buen fruto pueden dejar en nuestras vidas cuando no intentamos escondernos de ellas.

Para pensar:

Medite en la siguiente observación del reconocido consejero cristiano, Larry Crabb: «Nuestra teología cobra valor solamente cuando sobrevive a los embates del dolor. Y la teología que es sana nos lleva a través del dolor a una experiencia más plena de Cristo y, por lo tanto, de la esperanza, el amor y el gozo».

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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Comentarios

  1. A ninguno de nosotros nos gustan las crisis. Si pudiéramos, trataríamos de evitarlas. Pero cuando llegan, nos descubrimos tal cual somos. Con nuestras limitaciones, imperfecciones y debilidades.

    Es ahí donde reconocemos nuestra gran necesidad de Cristo. Entonces, la crisis se convierte en una gran oportunidad para permitirle al Maestro que siga transformando nuestras vidas, y seamos más parecidos a Él.

    Señor completa tu obra en cada uno de nosotros. Amén!

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