A él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí. Colosenses 1.28–29 (LBLA)
En estos dos versículos encontramos admirablemente presentada la filosofía ministerial del apóstol Pablo. Vale la pena que meditemos en ella por unos minutos.
En primer lugar, el gran apóstol afirma que su objetivo es presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Para entender esto, es necesario que tengamos conocimiento del sentido de la palabra en el griego. Cuando Pablo habla de «perfecto» no se está refiriendo a un estado en la cual ha dejado de existir el pecado. La perfección, en el concepto paulino, tiene que ver con restaurar en una persona los propósitos originales de la creación. En otras palabras, la obra ministerial tiene como objetivo volver a colocar al hombre en la relación y el funcionamiento que tenía en mente Dios cuando lo creó. Es restaurar todo aquello que quedó desvirtuado por el pecado. Sin lugar a dudas esta es una tarea que demanda toda una vida.
En segundo lugar, el apóstol nos dice que el método a seguir tiene, que ver con una doble función: amonestar y enseñar. Quien conoce algo de la vida espiritual sabe que es imposible construir sobre un fundamento equivocado. El fundamento debe ser el que exige la Palabra de Dios. Para esto, es necesaria la tarea de amonestar, que denuncia todo aquello en la vida del hombre que ofende la persona de Dios. Una vida, sin embargo, no se puede edificar solamente en base de amonestaciones. A la amonestación se le tiene que agregar la enseñanza acerca de la clase de vida que el Señor pretende para sus hijos.
En tercer lugar, esta enseñanza debe ser dada con toda sabiduría. No se puede tratar al ser humano como si fuera una máquina, ni tampoco como si todos hubieran sido creados exactamente iguales. Si bien cada persona tiene rasgos en común con sus pares, también es verdad que todo individuo tiene características únicas que lo distinguen de los demás. Enseñar con sabiduría significa discernir la realidad de cada persona y presentar la verdad en un formato que la hace comprensible dentro de su cultura particular. Como maestros, debemos evitar las enseñanzas «enlatadas» que son iguales para todos.
Por último, el apóstol nos dice que este proyecto demanda trabajo y esfuerzo. Este es quizás el punto en donde más frecuentemente fallamos en nuestro ministerio. Creemos que con sólo dar un par de lecciones sobre un tema ya hemos formado a las personas en determinado aspecto de sus vidas. Pero formar a aquellos que nos han sido confiados demanda de una perseverancia y un compromiso permanente con el esfuerzo. Incorporar la verdad a la mente es la parte más fácil del ministerio. El verdadero desafío, no obstante, está en llevar a las personas a incorporar esa verdad a su comportamiento cotidiano.
Para pensar:
Pablo aclara que todo su ministerio está impulsado por el poder de Cristo «que obra poderosamente» en él. Este es un concepto clave para el éxito, pues realizar el ministerio con las fuerzas propias producirá un intolerable desgaste en el líder.
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
Comentarios
Amonestar y enseñar con sabiduría, para restaurar a las personas al propósito original de Dios. Todo esto no con nuestras fuerzas, que son pocas y limitadas, sino en el poder de Jesucristo que no tiene límites. Aleluya! Que así sea 🙏🏻🙌🏻