Jehová se dirigió por segunda vez a Jonás y le dijo: «Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré». (Jonás 3.1–2)
Cuando estaba en la escuela a veces me ausentaba de alguna clase, porque era muy difícil, muy aburrida, o simplemente porque no tenía ganas de presenciarla. Esto no era más que una pequeña aventura juvenil. Siempre celebraba con mis compañeros mi picardía. Lo que no entendía era que la clase perdida formaba parte de un programa anual de aprendizaje. En el examen final iban a aparecer temas relacionados a esa clase perdida. Si no había tomado tiempo para aprender lo que se había compartido en aquella ocasión me encontraría en problemas.
En la vida espiritual ocurre lo mismo, salvo que las consecuencias son más serias. No se pueden saltear etapas ni obviar las lecciones que nuestro Padre celestial quiere enseñarnos. Lo que no se aprende hoy, se tendrá que aprender mañana. Quizás el contexto haya cambiado, los años hayan pasado y las personas sean otras; no obstante, la lección será la misma.
No deja de sorprenderme, sin embargo, la cantidad de veces en mi vida que he querido «faltar» a clases. Enfrentándome a algún desafío especialmente difícil he optado por cambiar mis circunstancias, a veces hasta radicalmente. Años más tarde, me encuentro luchando con el mismo problema que no supe resolver espiritualmente en aquella ocasión.
El Señor se ha propuesto formar en nosotros la imagen de su Hijo Jesucristo. No hay, en su lista de metas para nosotros, elementos que son opcionales. Todo lo que quiere lograr en nosotros es una parte indispensable de su propósito para nuestras vidas. De manera que, como artesano paciente y cuidadoso que es, trabajará en nosotros hasta lograr estos propósitos.
Grabe en su corazón la frase «vino palabra del Señor por segunda vez» (Jon 3.1 – LBLA). Detrás de ella vemos a un Dios persistente que no se dará por vencido. Es la realidad que respalda la afirmación del apóstol Pablo: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará para el día de Jesucristo» (Flp 1.6). Note, además, que la consigna para Jonás es exactamente la misma: «Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré».
Cuando intentamos evadir lecciones y asignaturas divinas, observaremos dos cosas en nuestras vidas: en primer lugar, los nuevos proyectos que asumamos carecerán del apoyo pleno y la autoridad espiritual que necesitamos. Están construidas sobre un fundamento incompleto. En segundo lugar, descubriremos que nuestro andar nos enfrenta una y otra vez con el mismo desafío que quisimos evitar tiempo atrás. Los años pueden pasar, mas el desafío permanece. No desaparecerá hasta que cumplamos con sus demandas.
Para pensar:
Está a nuestro alcance evitar este penoso camino de la repetición. Solamente hace falta que asumamos en nuestros corazones que las propuestas del Señor no son negociables. Pueden tener aspecto desagradable en el momento que las recibimos, pero su fruto es uno cuyo valor es eterno. Si estamos convencidos en que en la escuela de Dios no se pueden saltear lecciones, ¡vamos por buen camino!
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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