Fuimos creados para ser narradores de historias. Tristemente la costumbre de los abuelos como narradores de cuentos parece ser una tradición que se va desvaneciendo rápidamente y está siendo reemplazada por distracciones como la televisión, los videojuegos y todo el ajetreo que el mundo de hoy nos está ofreciendo.
Antes, todas las familias vivían juntas o en un pueblo cercano. En América Latina, todavía podemos ver esto como algo común, pero a medida que pasa el tiempo pareciera que cada vez es menos común para las familias disfrutar de esos preciosos momentos. En este mundo global y moderno cada vez es más usual ver familias dispersas, no solo en diferentes casas o ciudades, sino también en diferentes países a través del mundo entero. Esto no es malo, pero es diferente. Y esta diferencia significa que muchos nietos no están creciendo al lado de sus abuelos, y ni siquiera a unas pocas cuadras de distancia. Muchos niños se comunican hoy con sus abuelos de forma ocasional a través de chats de video o durante visitas una vez al año. Nuestro llamado a ser narradores no ha cambiado, pero la forma en que contamos las historias tiene que cambiar.
La Responsabilidad es nuestra, no Suya
Entonces, ¿cómo podemos captar la atención de nuestros hijos y nietos en un mundo con tantas distracciones, en donde la gente no sabe cómo mantenerse quieta? ¿Cómo podemos crear espacios donde las familias se reúnan y tengan la oportunidad de hablar y compartir historias? Primero, debemos reconocer que la responsabilidad es nuestra. Debemos asumir la responsabilidad de crear la atmósfera. Debemos asumir la responsabilidad de ser interesantes. En síntesis, debemos:
- Ir a donde ellos están.
- Comprender su mundo.
- Aprender su idioma.
“A nadie le importa cuánto sabes, hasta que saben cuánto les importas”. Esta famosa cita del ex presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt puede guiarnos. Antes de buscar ser escuchados tenemos que escuchar, para luego ser atendidos. Tenemos que interesarnos genuinamente por nuestros hijos y nietos. Para escuchar más de lo que hablamos, debemos aprender a hacer preguntas interesantes. Debemos estar dispuestos a prestarles toda nuestra atención, incluso si no podemos relacionarnos con sus historias. Reírnos de sus bromas, aun si no las entendemos, para descubrir las personas divertidas e interesantes que son y así atraerlos. Una vez que sepan cuánto nos importan, entonces es posible que quieran saber lo que tenemos para decir.
No quieras hacer todo a la vez
A veces, con nuestros nietos o hijos, queremos hacer todo a la vez. Vemos a nuestros nietos de vez en cuando en una que otra visita y nos sentimos desesperados por descargar todo lo importante que sabemos y entonces volcamos todos los consejos que aprendimos en la vida, les damos sermones e instrucciones lo más rápida y duramente que podamos, y luego los enviamos de regreso con sus padres. ¿Recuerdan ustedes cuando eran niños? ¿Les gustaba que la gente les diera sermones? Algunos abuelos intentan ser “los divertidos” y no imparten nada de sustancia a sus nietos; en su lugar, les dan películas, dulces y juguetes y todo lo que quieran con tal de sentirse queridos y acepta-dos por ellos. ¿Podría haber una mejor manera?
La primera idea que Dios le dio a Israel acerca de cómo podían recordar sus instrucciones, fue que los padres hablaran constantemente de eso con sus hijos (Deuteronomio 6:1-9). Dios no les dijo a los israelitas: “Una vez a la semana, viertan un montón de historias bíblicas y lecciones morales sobre sus hijos para que ellos sepan qué hacer”.
Dios les dio instrucciones de incorporarlo a Él y a su Palabra en cada aspecto de la vida, para que formen parte de las historias que luego cuenten, para entrelazarlas en sus oraciones, para hablar de Él en sus comidas y antes de acostarse, para adaptar su Palabra a las situaciones que vieron suceder en la vida, para aplicar todo ello en la vida de los demás. Los ingredientes en una comida tienden a mezclarse mejor cuando se agregan y mezclan lentamen-te, poco a poco a través del tiempo. Ocurre lo mismo con nuestras enseñanzas.
PRESENTA A TUS HIJOS Y NIETOS LA PALABRA DE TAL FORMA QUE ELLOS ANHELEN CONECTARSE Y RELACIONARSE CON DIOS CADA DÍA.
Sé el Abuelo divertido
Seamos honestos: todos queremos ser abuelos divertidos. Todos queremos mimar un poco a nuestros nietos y darles ese juguete especial o regalo extra. ¿Y por qué no? Hagámoslo. Pero lo más divertido para los nietos es lo mismo que divierte a cualquier niño. Cuando eras pequeño, ¿qué es lo que más querías de tus padres? Su tiempo, su atención y su amor para que te hagan sentir especial. Además de las golosinas, ¿cuál es el mejor regalo que les puedes dar a tus nietos? Jesús. ¿Y cuál es la mejor manera de que lo reciban? Mezclándolo con las otras cosas que más anhelan. Tu tiempo, tu atención y tu amor.
Si los amamos y queremos captar su atención, debemos aprender a hablar su idioma. Cuando Dios instruyó a los israelitas para que enseñaran a sus hijos sus caminos, no creo que se refiriera solamente a la memorización de sus enseñanzas. Tenemos un Padre creativo que hizo el mundo entero desde cero. A Dios le encanta llamar nuestra atención a través de su belleza y creatividad. En Éxodo 14, Dios les dijo a los padres que dieran sus enseñanzas en una celebración. ¡Una fiesta! ¿Hay una forma más divertida de aprender que celebrando, bailando y comiendo?
Dios alentó a los padres a contar historias emocionantes de manera divertida: historias sobre los milagros y el gran poder de Dios. Pueden estar seguros de que, narradas de esa manera, estas eran historias que los niños nunca olvidarían. ¿Qué puedes hacer para traer la Palabra de Dios a la vida de tus nietos? Puedes crear canciones, hacer dibujos, inventar historias de ficción juntos, disfrazarse, hacer obras de teatro, todo lo que les enseñe de manera creativa los principios de la Palabra de Dios. Pueden juntos memorizarlas Escrituras y realizar concursos o premios. ¿Qué llama la atención de tus nietos? ¿Desafíos de YouTube? Incorpora eso. ¿Jugar al aire libre? Hazlo. ¿Música? Úsala. Lo que sea que a ellos les interese, a ti te debe interesar. No seamos como los abuelos estereotipados que solo repiten los mismos sermones e historias una y otra vez de manera aburrida. Transmitamos las historias de una manera tan viva, que estas se conviertan en parte de quienes son tus hijos y nietos.
Presenta a tus hijos y nietos la Palabra de tal forma que ellos anhelen conectarse y relacionarse con Dios cada día. Las historias deben seguir siendo contadas; ya sabemos lo que sucede cuando las historias dejan de contarse. Sé el narrador que Dios te hizo ser y que tus nietos necesitan.
Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 27, “LA FAMILIA“
Comentarios