Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (Mateo 28.19)
La frase «por tanto» nos da una clara indicación de que esta comisión está íntimamente relacionada a la declaración que Cristo acaba de hacer: «toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mt 28.18). Es de vital importancia, para el éxito de esta empresa, que los discípulos caminen y se muevan en esa autoridad.
En la reflexión de hoy quisiera hacer notar que el verbo «id» no está en imperativo en el idioma original; es decir, no es un mandamiento, aunque la mayoría de los cristianos cree que el mandamiento en la Gran Comisión se refiere a salir del lugar de donde uno está para ir a hacer discípulos. De hecho, muchas de las organizaciones misioneras usan este versículo para motivar a algunos dentro de la iglesia a involucrarse con el trabajo transcultural. Y es esta interpretación la que ha llevado a la iglesia a pensar en la formación de discípulos como el resultado de un ministerio programado. Si lo vemos como un ministerio especial, el resultado lógico será creer que solamente algunos poseen este llamado. Los que no hemos respondido nos sentimos seguros en la convicción de que «este» no es nuestro llamado.
Al no usar el modo imperativo en el griego, el verbo podría traducirse más precisamente como: «mientras van». Es decir, el «ir» no es el resultado de una acción planificada ni deliberada de nuestra parte. Más bien es el resultado del camino que nos va marcando la vida. Con los desafíos y las oportunidades de la vida, cada uno se instalará en diferentes ambientes desde donde llevará adelante su actividad cotidiana. Y aunque dediquemos mucho tiempo a su planificación, rara vez está en nuestras manos. Más bien nos adaptamos a las circunstancias que se nos presentan. Es, entonces, dentro del marco de nuestras actividades cotidianas, que debemos obedecer el llamado a hacer discípulos.
Esta exhortación coincide con el estilo de Cristo, para quien el hacer discípulos era consecuencia de su andar diario. Lo vemos paseando entre las multitudes, respondiendo a las situaciones que el Espíritu le presentaba. No planificaba actividades especiales para formar discípulos sino que, dondequiera que iba, aprovechaba las oportunidades para introducir a otros al reino de los cielos.
Desde esta perspectiva, entonces, para obedecer la Gran Comisión no se requiere de programas especiales por parte de la iglesia, sino del compromiso de todos sus miembros a hacer discípulos a través de la vida que desarrollan de lunes a sábado. El carnicero presenta a Cristo a aquellos que son sus clientes. El empresario comparte las buenas nuevas con sus compañeros de la empresa. El taxista está atento a las oportunidades para compartir las buenas nuevas con sus pasajeros. Cada uno ejerce este ministerio en el lugar donde Dios lo ha puesto, y en su andar diario va formando discípulos de Cristo.
Para pensar:
Para aquellos que estamos en el ministerio de capacitar a los santos para la obra, es fundamental que comuniquemos este concepto. Solamente de esta manera lograremos cumplir con los cometidos de la Gran Comisión. Hacer discípulos es responsabilidad de toda la iglesia.
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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