El mundo le ha puesto el pie al acelerador de los cambios.
Efectivamente, puede decirse que muchas cosas que hasta hace unos años eran familiares ahora son totalmente irreconocibles. Es increíble pensar que hace apenas quince años, fenómenos como las redes sociales, los teléfonos de alta gama o YouTube no existían, y sin embargo, los niños y jóvenes de nuestras congregaciones han crecido acostumbrados a utilizar estos y otros artefactos tecnológicos. A propósito, los cambios se presentan con más y más rapidez, de tal modo que, con frecuencia, los que trabajamos con las nuevas generaciones pensamos: «Ya estoy viejo».
Quizás los niños y jóvenes de hoy están acostumbrados a que todo cambia; sin embargo, es necesario recordarles que, para que haya solidez y seguridad en sus vidas, ellos también necesitan afianzarse de aquellas cosas seguras que nunca cambian. El papel de un líder en esta época de precipitadas novedades es aprender a distinguir aquello que cambia de aquello que no lo hace. Veamos cuatro contrastes en ese sentido.
PRIMER CONTRASTE:
No cambia Dios…
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento afirman que Dios no está sujeto a mejoras ni cambios. Malaquías 3:6 recuerda a los israelitas: «Yo, el Señor, no cambio». De hecho, a continuación declara que esa es la razón por la que el pueblo no había perecido. Mientras tanto, Santiago 1:17 lo expresa de manera más colorida al decir que Dios «no cambia como los astros ni se mueve como las sombras».
En otras palabras, la fuente de nuestra seguridad no son los cambios culturales o tecnológicos; nuestra estabilidad no depende de la fluctuación del dólar o de los sentimientos de nadie. El Señor es eterno e inmutable, y por lo tanto sus promesas son confiables, su ayuda es siempre oportuna y su justicia es segura. Aunque mañana los valores morales de la sociedad sean deformados o los gobiernos se derrumben, el Señor seguirá siendo «nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmos 46:1).
…cambia el ser humano.
En el caso de los humanos, la cultura, los sentimientos y las circunstancias influyen en nosotros de tal modo que cambiamos nuestras convicciones y nuestras palabras. La Escritura a menudo se refiere a los seres humanos con figuras de inestabilidad; por ejemplo, al que duda lo compara con «las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento» (Santiago 1:8), mientras que a los inmaduros les advierte que no sean «llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza» (Efesios 4:14).
Ya que los seres humanos son tan inconstantes, con razón se advierte que no debemos confiar ciegamente en nadie, ni aun en gente poderosa (Salmos 146:3). Ahora bien, al mismo tiempo, los líderes deben estudiar los cambios que sufren las sociedades y grupos humanos, ya que es seguro que constantemente habrá cambios que determinarán su comportamiento. Si hemos de ser consejeros, maestros y pastores efectivos según Dios, debemos comprender la manera en la que la generación a la que ministramos hoy piensa, siente y actúa.
SEGUNDO CONTRASTE:
No cambia la Palabra de Dios…
Si hay algo que la Escritura proclama con claridad es que la Palabra de Dios permanecerá. Jesús lo dijo así: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33). Isaías 40:8 contrasta la hierba que se seca y la flor que se marchita con «la palabra de nuestro Dios (la cual) permanece para siempre».
No obstante, aunque las palabras de Dios son inconmovibles, al mismo tiempo son dinámicas. 1 Pedro 1:23 afirma que la palabra de Dios vive y, a la vez, permanece; eso quiere decir que, cuando tengas dudas en tu vida o ministerio, tu primera fuente de seguridad no deben ser los comentarios en tu estado en las redes sociales o el número de Me gusta que tengas en una foto, sino la Palabra de Dios, que es sólida y permanente.
…cambian las teologías.
Un error muy común que cometemos es confundir la Biblia con nuestra interpretación de ella. Muchas veces pretendemos preservar la sana doctrina cuando lo que defendemos es una interpretación, a veces «no muy sana». Ahora bien, es inevitable sostener doctrinas basadas en interpretaciones y estudios de la Escritura; es por eso que el estudio de ella debe ser serio, profundo y comprometido.
Por otra parte, esta realidad debe traer una muy necesaria humildad frente a las posturas y opiniones denominacionales. En el pasado, ha habido verdaderas guerras doctrinales por temas tales como el Espíritu Santo o la venida de Jesús. Un poco de discreción provocada por el hecho de que nuestras teologías pueden mejorarse estimulará una sana actitud frente a otras posturas y, en el proceso, el respeto por la majestad absoluta de la Escritura aumentará.
TERCER CONTRASTE:
No cambian los propósitos de Dios…
Desde antes de la fundación del mundo, el Señor nos escogió en Jesucristo (Efesios 1:4) para ser parte de sus redimidos y miembros de su familia (Efesios 2:19). Su objetivo ha sido siempre crear un pueblo para sí mismo (Tito 2:13), que lo adorara, lo sirviera y conviviera con Él (Ezequiel 37:27). La Escritura enseña que esa vieja promesa se cumplirá con seguridad y algún día se proclamará: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios» (Apocalipsis 21:3).
Para alcanzar la consumación de todo, el Señor ha tenido que llevar a cabo un increíble plan de gracia, el cual incluyó la muerte de su Hijo único, el establecimiento de la iglesia y la comisión entregada a su pueblo de anunciar ese plan y colaborar en el cumplimiento de los propósitos de Dios. ¡Qué maravilla!
EL DIOS
ETERNO E
INMUTABLE SÍ
ACTÚA CON EL
MISMO AMOR
Y JUSTICIA
PERO
CAMBIANDO
EL MEDIO,
DEPENDIENDO
DE LAS
CIRCUNS
TANCIAS, LAS
PERSONAS
O LOS
PROPÓSITOS
ESPECÍFICOS.
…cambian los métodos de la iglesia.
En el proceso de llevar a cabo la misión para el Señor, no debe olvidarse que las maneras de hacerlo deben estar en constante cambio. Lo cierto es que, muchas veces, peleamos porque confundimos cierto modo de hacer las cosas con lo que Dios enseña; de hecho, decimos que, ya que Dios no cambia, nosotros tampoco debemos cambiar nuestros métodos.
Sin embargo, recuerda que el Señor no cambia en su esencia, pero sus maneras de actuar sí lo hacen. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Él se reveló por los profetas, pero «en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hebreos 1:1). En los días de Noé envió un juicio en forma de diluvio, pero después se comprometió a no volver a destruir el mundo por agua (Génesis 9:11). En los días de Elías y Eliseo se hicieron muchos milagros, pero en el libro de Ester ni se menciona el nombre de Dios. Como ves, el Dios eterno e inmutable sí actúa con el mismo amor y justicia pero cambiando el medio, dependiendo de las circunstancias, las personas o los propósitos específicos. ¡Qué gran lección para nosotros!
CUARTO CONTRASTE:
No cambia la verdad del Evangelio…
La Biblia llama al Evangelio «eterno» (Apocalipsis 14:6). Lo más probable es que se lo llame de esa manera porque está basado en verdades que son eternas (Dios es justo y, a la vez, perdona a quien se arrepiente, la gracia es suficiente, entre otras) y también porque las consecuencias del Evangelio durarán por la eternidad (Efesios 2:7).
A la vez, en una época relativista como esta, es necesario recordar que sí existe una Verdad (así, con mayúscula), la cual es una persona: Jesús. Aunque se acuse a los creyentes de ser intolerantes y exclusivos, no hay nada más tolerante e inclusivo que el Evangelio de la gracia de Jesucristo, el cual está disponible para todos los seres humanos.
…cambian las verdades de la cultura.
Esta es una época acelerada, pero también es una época de múltiples caminos. A eso se le llama pluralismo, es decir, la aceptación de múltiples opiniones contrarias como igualmente válidas. Aunque esa postura sea ilógica, lo cierto es que proclamar que «hay un solo Dios y un solo mediador» (1 Timoteo 2:5) no es popular en estos días.
Ahora bien, es cierto que el pluralismo ha traído una nueva apertura a escuchar los argumentos y opiniones de los demás. Eso es positivo. Sin embargo, a la vez, se ha proclamado que no existe una verdad mayor que las demás; eso es negativo. Ante esa perspectiva, los líderes deben informarse acerca de las muchas verdades que se proclaman hoy, analizarlas y luego compararlas con la verdad del Evangelio, tal y como está revelada en la Escritura.
CONCLUSIÓN
Parece que, de tanta velocidad, el mundo se ha vuelto un poco loco; de hecho, se asemeja a un barco que va a la deriva, sin rumbo y sin propósito. Ante esa realidad, necesitamos aferrarnos a la roca eterna que es Dios y, a la vez, mantenernos a flote, aunque los vientos y las olas cambien de dirección. Los líderes sabios son aquellos que mantienen una tensión equilibrada entre lo nuevo y lo eterno, lo inamovible y lo movible, lo eterno y lo temporal, Dios y el ser humano. ¡Qué bueno que en estos tiempos de constante cambio contamos con un Dios, una Palabra, un propósito y una Verdad eterna! ¡Amén!
Adaptado y tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 30, ENSEÑAR LA BIBLIA: En el siglo XXI Pág. 37-39.
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