Dijo también el Señor: Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. (Lucas 22.31–32)
Esta declaración de Jesús a Pedro revela un nivel de compromiso y discernimiento del Hijo de Dios que muestra cuán profundamente espiritual era su peregrinaje por esta tierra. Sus palabras contienen al menos cuatro importantes principios para nuestros ministerios.
En primer lugar, vemos que Jesucristo había asumido un intenso compromiso con sus discípulos. Esto se tradujo en un fuerte deseo de cubrir sus vidas y utilizar todos los recursos a su disposición para producir en ellos el cumplimiento de la voluntad de Dios. Era un hombre que llevaba a su equipo en su corazón, en todo tiempo y lugar.
En segundo lugar, el conocimiento de la inminente prueba por la cual iba a atravesar el discípulo movilizó a Cristo a interceder por él. Muchas veces, las dificultades que vemos a nuestro alrededor nos llevan a comentarlas con otros, a lamentarnos mutuamente de lo duro que es la vida, o lo difícil que es la situación. Sin darnos cuenta, entramos en un estado de desánimo y derrota. Cristo hizo lo mejor que pudo hacer, rogó por la vida de su discípulo.
En tercer lugar, vemos que Cristo no oró para que Pedro fuera librado de la prueba. La cultura occidental, dedicada a la incansable búsqueda de una vida cómoda y sin sobresaltos, ha afectado tanto nuestra perspectiva que muchas de nuestras oraciones no son más que pedidos para que Dios acomode las circunstancias que nos rodean a nuestro gusto. Deseamos evitar las complicaciones y las pruebas que son comunes a la mayoría de los seres humanos. El Mesías, sin embargo, no oró en esta dirección. Pidió que Pedro pudiera salir ileso de la prueba, aferrado a la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios.
En cuarto lugar, Cristo se dirigió a Pedro y le recordó el objetivo de su vida: confirmar a sus hermanos. Cuando pasamos por una prueba muy fuerte, tenemos tendencia a detenernos y hundirnos en un sin fin de especulaciones acerca de lo que nos ha tocado vivir. El resultado es que dejamos de avanzar hacia las metas que Dios ha marcado para nuestras vidas. Cristo le recordó a Pedro que del otro lado de la prueba existía un llamado que debía ser cumplido. En esta exhortación encontramos no solamente que el Maestro le daba una perspectiva correcta de las cosas, sino que también le comunicaba un voto de confianza. Creía que iba a salir bien de la prueba, y le animaba a seguir adelante.
Para pensar:
La gran misionera a India, Amy Carmichael, fue durante los últimos veinte años de su vida, una inválida. Sin embargo tocó la vida de miles de personas por medio de la oración. Un comentarista nos dice lo que ella creía: «Antes de que podamos orar la oración de intercesión, en fe, necesitamos primeramente descubrir cuál es la voluntad de Dios. Un corazón que escucha y responde, formado en la obediencia, será indispensable para esto. Las deducciones y las presunciones no sirven. Solamente podremos orar con eficacia cuando Él nos ha revelado su voluntad. Nuestra oración no será, entonces, tanto nuestra oración como la oración de Dios en nosotros».
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
Comentarios
Para orar con eficacia sobre un asunto necesitamos primero conocer la voluntad del Padre. Sólo así podremos decir: “Hágase tu voluntad”.
Señor revélanos tu perfecta voluntad, para que nuestras oraciones sean más eficaces, y tu poder se manifieste para tu gloria. Amén!