Aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Aquel día Saúl tomó consigo a David y no lo dejó volver a casa de su padre. Hizo Jonatán un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. (1 Samuel 18.1–3)
Jonatán y David nos proveen uno de los mejores ejemplos de amistad entre dos personas. A pesar de que pasaron una gran parte de sus vidas separados, la Palabra revela cuán fuerte fue el compromiso que estos varones habían asumido el uno para con el otro. Nos provee de un buen modelo del tipo de relaciones que deberíamos tener entre nosotros dentro del marco de las congregaciones en que participamos.
El texto de hoy nos dice que «el alma de Jonatán quedó ligada con la de David». Podemos asumir que los dos jóvenes guerreros tenían muchas cosas en común, por lo que sentían un deseo natural de entablar una amistad significativa. No obstante, la frase «quedó ligada» pareciera indicarnos que algo se gestó en el corazón de Jonatán, que iba más allá de la atracción entre dos individuos de personalidades similares. Es que la verdadera amistad tiene que ver con una realidad espiritual entre las personas, donde los vínculos que los unen tienen sus raíces en los espacios más profundos del alma. Este vínculo espiritual le dará a la relación entre dos individuos una fortaleza que le permitirá hacer frente a las situaciones más adversas de la vida, como también al inevitable desgaste que viene con el inexorable paso del tiempo.
Esta clase de vínculo espiritual es algo que tiene que ser producido por un accionar del Señor, pero solamente podrá ser gestado en corazones que están dispuestos a ir más allá de lo superficial en sus relaciones con los demás. Donde existe una obsesión con la vida de uno mismo y un interés de usar al otro para los proyectos propios, este tipo de relación no puede darse. Las personas que entran en este tipo de relaciones son los que valoran profundamente a los demás y están interesados en descubrir toda la belleza que Dios ha depositado en los que están a su alrededor.
Aunque una relación comience en un plano espiritual no garantiza, sin embargo, que esa amistad dure para siempre. Es en este punto que se puede ver la madurez de estos dos varones, pues decidieron sellar el vínculo de la amistad con un pacto. Un pacto es un compromiso que nos libra de las fluctuaciones de los sentimientos, una promesa de cuidar y nutrir una relación en las buenas y las malas. Permite que dos personas lleven su amistad al plano de lo deliberado, donde escogen crecer juntos como resultado de acciones concretas. De este modo, los integrantes de la relación pueden contribuir en forma concreta al crecimiento de la amistad, en lugar de esperar que se de sola. Quienes asumen este tipo de compromiso son los que cosecharán los frutos más preciosos que se puedan alcanzar en el plano de las relaciones humanas.
Para pensar:
¿Con quién comparte esta clase de relación? ¿Qué pasos toman para edificar la amistad? ¿Qué aspectos espirituales tiene esa relación?
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000
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