Por HOWARD ANDRUEJOL
A principios de siglo, recibí un correo electrónico fuera de lo común. Una inesperada invitación llamaba mi atención en la bandeja de entrada. Con sospecha, abrí aquella nota. Era una invitación para ser miembro de la primera ciber iglesia en línea. Desconozco si en realidad era la primera o no, pero al menos así se presentaba.
Aún conservo aquel mensaje; sin firma, sin imágenes. Nunca supe quién lo envió ni por qué a mí. Pero recuerdo muy bien lo que aquel texto insípido ofrecía: la oportunidad de obtener por esa misma vía, todo lo que una iglesia produce semana a semana. Por medio del correo, recibiría estudios bíblicos, predicaciones, y otras noticias. Asimismo, podría enviar mis peticiones de oración, sabiendo que del otro lado alguien intercedería por ellas. (Por si te lo estás preguntando, no había información sobre el tema de las ofrendas.)
En aquel entonces, pensé que no estábamos listos para algo así. Mejor dicho, tecnológicamente ya teníamos la plataforma para ese intercambio de información, pero eso no era nada nuevo. No es una innovación. Ya las iglesias hacen eso; intercambian información cada semana. Solamente, que requiere trasladarse hasta el templo. Pero las iglesias no son realmente iglesias hasta que existe una comunidad de relaciones profundas, como se describen en 1 Corintios 12 (en especial, en el verso 26). A esto me refiero cuando digo que no estábamos listos; no estábamos listos para ciber relacionarnos con profundidad.
Incluso, recuerdo que en aquel entonces se escuchaban mensajes en contra de las amistades a distancia, y peor, de los noviazgos por internet. No podíamos imaginar que estas fueran relaciones reales. Virtual era sinónimo de imitación, irreal, ficticio.
Adelantemos un par de décadas, y encontramos un mundo digitalmente conectado. Las comunicaciones son tan efectivas, que las relaciones son cercanas y llenas de calidez, a pesar de la distancia. Es posible experimentar todas los efectos de una amistad genuina de manera digital (y llegará el día en que será normal apreciar las sensaciones completas de todos los sentidos).
Algunos vimos esta evolución en desarrollo; las nuevas generaciones no conocen otra cosa. Este es su ecosistema, sin separación entre el mundo físico y el virtual. Viven en un espacio figital.
¿Cómo pastorear a la generación social digital? ¿Cómo vivir la misión en las redes?
Ciertamente no es por medio de anuncios, de empujar mensajes a sus muros, o gritar para interrumpir su atención. Sería como tiempo atrás, cuando algún hermano bien intencionado tomó un megáfono en la esquina y comenzó a predicar. Cuánto hubiésemos querido darle mute, unlike, unfriend, unfollow.
Nunca olvido lo que me enseñó un viejo líder de jóvenes. Solía decir que en conferencias de líderes, acostumbraba desarrollar dos talleres. Al primero, venían cientos, titulado “Cómo hablar para que los jóvenes oigan”. Al segundo, venían pocos, “Cómo escuchar para que los jóvenes hablen”. Si el liderazgo es para amar y servir, y las redes para relacionarnos, tendremos que callar y empezar a escuchar.
Ningún adolescente agradecerá en unos años por todos los anuncios que le enviamos, por tantas publicidades que le compartimos, o los mensajes masivos que decían “Eres especial”. Pero quizás, recordarán nuestra presencia y dirán; “Gracias por estar allí cuando necesité de alguien”, “Gracias por estar cerca, de forma personal”. Ellos valoran aquello que no se puede recuperar: tiempo y dedicación.
En persona y desde nuestros dispositivos móviles, la misión sigue siendo relacional. Así como la presencia de Jesús en nuestro vecindario nos permitió conocerlo lleno de gracia y verdad (Juan 1:14), nuestra presencia figital debería reflejar dicho carácter. Propiciemos interacciones cada vez un paso más profundas, sinceras, reales, que dejan una huella, que consuelen, que traen esperanza eterna.
¡Qué reto! Para aquellos de nosotros análogos, ocupados y reservados, esto puede representar un mayor desafío. Que el Señor nos ayude, y que las palabras de Pablo nos impulsen: “Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.” (1 Corintios 9:22, NVI). Aprendamos juntos.
El Pastor HOWARD ANDRUEJOL es ingeniero, pastor de Iglesia El Mensaje De Vida en ciudad de Guatemala y director del Instituto e625. Autor de «Estratégicos y Audaces», y editor general de la Biblia para el Líder de Jóvenes.
Este artículo fue extraído de la Revista Lider 625, edición 03, Mayo-Junio 2017.
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