También encontré padres a quienes no les importaba mucho el “quién” pues se sentían felices de que al menos sus hijos quisieran ser parte de los grupos de jóvenes. A muchos padres no los llegué a conocer.
Invertí tiempo, esfuerzo, pasión y todo lo que estaba al alcance de mi mano para poder cumplir con esa expectativa, y entrenaba a líderes constantemente para que también lo hicieran. Estábamos haciendo discípulos de los adolescentes y jóvenes. ¡Tremenda tarea!
En ese proceso, olvidé un poco lo que sucedía en casa. Puertas adentro. Tuve crisis importantes en la vida de mis hijos y me hice la misma pregunta. Si yo ya estoy haciendo discípulos de muchos adolescentes y jóvenes. ¿Quién va a discipular a mis hijos?
Y es que en la cultura que hemos heredado, se nos han impregnado algunos paradigmas que deberíamos romper.
Escucha estas locas ideas que muchos padres hemos tenido:
- Las escuelas deben cumplir con la tarea de enseñar a mis hijos, desde las cien-cias hasta los valores.
- La iglesia debe encargarse de discipular a mis hijos y enseñarles sobre la fe.
- Debo buscar buenos líderes para que no pierdan a mis hijos, sino que los atraigan a Jesús.
- Si hay crisis con mis hijos es porque las escuelas, colegios, y la iglesia, no están haciendo una buena labor de enseñarles lo que necesitan.
Si lees estas ideas y te parecen locas, ¡qué bendición que notes que son una locura!
Así pensaba yo, y muchos padres conmigo. Sin embargo, estos últimos años he tenido la oportunidad de explorar el tema del discipulado bíblico y mi mentalidad al respecto ha cambiado radicalmente.
¡No podía estar más equivocado! Aquí van unas cuantas verdades:
- Los encargados de enseñar, formar criterios y valores en nuestros hijos, somos los padres. Si no lo hacemos, las escuelas y colegios dictaminarán lo que nuestros hijos van a creer.
- Los encargados de hablar de espiritualidad y fe somos los padres. Los líderes son un buen apoyo, pero la responsabilidad es nuestra.
- Los encargados de formar las virtudes del carácter de Jesús en ellos, somos los padres.
- La iglesia es una gran familia en la cual nos podemos apoyar, pero el mayor peso recae sobre los padres.
LOS ENCARGADOS DE HABLAR DE ESPIRITUALIDAD Y FE SOMOS LOS PADRES. LOS LÍDERES SON UN BUEN APOYO, PERO LA RESPONSABILIDAD ES NUESTRA.
David Noboa
He estudiado sobre las estadísticas de deserción de la fe de muchos adolescentes. No es un secreto que cuando nuestros niños llegan a la adolescencia empiezan a resistir a Dios y vemos un gran porcentaje que se mantiene renuente respecto de involucrarse en las actividades de la iglesia, a pesar de haber crecido rodeado de ellas. Hay que reconocerlo, perdemos a muchos niños en las transiciones generacionales. Y luego perdemos jóvenes al llegar a la etapa de la universidad.
Nunca hubiera pensado que me sucedería a mí. Cuando mi hijo menor cumplió 15 años decidió abandonar la fe. No lo supe de inmediato, pues él aprendió a mantener una actitud correcta delante de nosotros como padres y, además, pastores. Pero en su corazón se estaban gestando demasiados cuestionamientos que no estaban siendo resueltos, y no tenía a nadie cerca con quién pudiera hablar sobre estas dudas.
Fue tarde. Lo confieso. Me percaté de esto demasiado tarde. Confié en que Dios hiciera su parte, pero olvidé hacer la mía.
Fue fuerte y doloroso entender que yo soy el principal discipulador de mis hijos y que no cumplí con mi responsabilidad durante años. Pero decidí no quedarme en el lamento. Invertí nuevamente mis fuerzas y pasión en recuperar la confianza de mi hijo, ganarme el derecho a ser escuchado, y poder discutir con gracia las dudas que él estaba experimentando.
Discutimos sobre Biblia y filosofía, sobre lo ilógico de muchas cosas que pasan en la iglesia, y sobre las voces aberrantes de una sociedad que ha olvidado a Dios. Ha-blamos sobre la maldad y sobre la participación de Dios en el mundo. Nuestras discusiones se volvieron tan ricas que terminamos haciendo una propuesta de libro a la editorial E625. La propuesta fue aceptada y me otorgaron el privilegio de tener a Alex Sampedro como coescritor.
El libro “Una fe que piensa” ya está a la venta. ¡Qué emocionante! Son las discusiones que tuve con mi hijo. Respuestas espirituales a dilemas filosóficos. Pero discutir no fue lo único que hicimos. Reímos. Lloramos. Pensamos. Hablamos sobre el carácter y los valores humanos. Hablamos sobre el derecho propio y ajeno, y también sobre nuestra función en la sociedad. Abrimos el corazón, nos sinceramos el uno con el otro, nos perdonamos. Volvimos a ser familia gracias a ese libro.
Si te preguntabas si perdí a mi hijo en las redes de la filosofía, la respuesta es NO. Todavía discutimos sobre dudas y cuestionamientos, claro que sí, pero me he ganado el derecho a ser escuchado. Ser un padre que discipula a sus hijos es eso: Formar en ellos a Cristo, sufriendo los dolores de parto, por lo duro que es que alguien nazca en el Señor.
Para todos los que son padres quiero decirles que aún están a tiempo de volver al diseño bíblico de discipulado, donde los padres son los principales discipuladores de sus hijos. Donde la familia es protagonista en la historia de la iglesia. Con un Padre Eterno que busca no solo personas, sino familias y generaciones que puedan transmitir esta cultura de vida a través del tiempo para que nunca se pierda.
Luego de leer estas líneas, ¿todavía te preguntas: “Quién va a discipular a mis hijos”?
Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 27, “LA FAMILIA“
Comentarios