Cuatro pasos para la restauración económica

“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle (...) Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros (...) Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies”. Lucas 15.14, 17, 18, 19, 22

1. Volver en sí: volviendo en sí

Uno de los beneficios de las crisis es que sirven para volver en sí, por eso, cuando a este muchacho comenzó a faltarle lo necesario, tomó conciencia del estado en el que se encontraba.

Necesitamos comprender que la culpa no era ocasionada por la gran hambre que había en ese momento, sino porque en realidad él había malgastado todo lo que tenía.

En realidad las crisis sirven para saber si uno ha sabido aprovechar los buenos momentos o no, ya que a pesar de ellas muchos igual progresan y no están en necesidad.

Sin embargo gran parte de la gente nunca vuelve en sí, a pesar de que pasan los años siguen en un estado lamentable en cuanto al área económica.

2. Confesar el pecado: he pecado contra el cielo y contra ti

Malgastar es pecar, por eso dijo, “iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”. Cuando uno malgasta el dinero, el tiempo y las oportunidades laborales, está pecando contra Dios y contra los demás.

Por eso es necesario pedirle perdón al Señor en primer lugar, pero también a nuestro cónyuge e hijos por haber actuado en forma negligente y estar pasando momentos de necesidad como familia.

No te olvides que “malgastar” significa gastar mal, esto puede ser en cosas innecesarias o por encima de nuestras posibilidades económicas.

3. Humillarnos: Ya no soy digno de ser llamado tu hijo

Cuando reconocemos nuestra responsabilidad y entendemos lo que perdimos, y dejamos de pensar que nos lo quitaron, estamos listos para ser bendecidos por Dios.

Cuando reconocemos ante los demás nuestros errores, esto nos vuelve a dar autoridad y credibilidad frente a ellos.

No te olvides que el saber humillarse no es un signo de debilidad, sino de tremenda fortaleza personal.

4. Aceptar la misericordia de Dios: Sacad el mejor vestido, y vestidle

A pesar de que mereceríamos ser jornaleros, el Señor en su amor nos vuelve a colocar en la posición de hijos.

No te condenes, abrite al favor de Dios recibiendo su perdón y también el perdón de aquellos que te rodean.

Y, sobre todo, no vuelvas a malgastar los recursos y las oportunidades que el Señor te da y aprovechalas para bendecir tu vida y la vida de aquellos que te rodean.

Yo bendigo tu vida para que le permitas a Dios restaurar tu economía y para que puedas abrirte a las bendiciones que Él tiene para vos en el futuro.


Tomado de “Principios para el Éxito” – Pr. Daniel González

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