Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18.19–20)
Debo confesar que, francamente, este versículo me incomoda. Contiene declaraciones que no cuadran con mi interpretación del evangelio, ni tampoco con lo que he visto dentro de la iglesia.
Para empezar, comparte esta increíble afirmación: «si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre…» ¿Acaso Cristo se refería a que el Padre actuaría conforme a lo que nosotros acordamos en la tierra? ¡Esto mismo parecen decir las palabras del texto! Pero, ¿cómo puede ser esto? ¿De veras que el Padre está dispuesto a hacer lo que le pidamos?
Nuestra reacción inicial es la de calificar, explicar o dar vuelta el sentido de las palabras. Nuestros argumentos, no obstante, no harán que desaparezcan ni que las mismas dejen de incomodarnos. Este «poder» de lograr que el cielo se alinee con nuestras peticiones nos ha sido concedido. La manifestación de esta verdad, sin embargo, es rara. ¿Por qué? Porque depende de que dos o tres se pongan de acuerdo. ¡Es tan sencilla la declaración y tan difícil su realización! Nuestro incansable compromiso con nosotros mismos presenta un notable escollo en el camino a recorrer. Queremos ser los dueños de una idea, los que la engendran y controlan, los protagonistas en todo. Estas mismas actitudes son las que impiden que podamos ponernos de acuerdo, pues esto solamente es posible cuando lo nuestro muera.
Y ¿qué podemos decir de la segunda parte del versículo? ¿En cuántos lugares he oído la consabida proclama que Cristo está presente, porque hay dos o tres reunidos? ¿Será tan sencilla la cosa? ¿Dos o tres cristianos nos presentamos físicamente en el mismo lugar y el Señor, automáticamente, se hace presente? ¿Qué pasa cuando estos dos o tres no se hablan más que los domingos? ¿Cómo puede estar presente Cristo entre dos o tres cuyo único acuerdo es el de orar juntos, cómo si esto garantizara la unidad de espíritu?
La condición para la manifestación de Cristo en nuestro medio no es que seamos dos o tres, ni tampoco que estemos reunidos en un mismo lugar. Es, más bien, que todo esto sea en su nombre. Es decir, los tres presentes reconocemos que es necesaria una sumisión conjunta a su persona. Nuestra reunión, no obstante, no es la suma de mi sumisión, más la sumisión de mis hermanos. Como comunidad, nos rendimos a sus pies e, inevitablemente, ¡nos rendimos a los pies los unos de los otros! Solamente cuando estemos dispuestos a darle la misma honra a los que están con nosotros será posible que Cristo acompañe.
Para pensar:
¡Qué interesante la realidad señalada por Cristo! «Allí estoy yo en medio de ellos». No está identificado con ningún individuo, ni otorga preferencia a uno por encima del otro. Está en medio de ellos. Es el Dios de una comunidad de fe, igualmente accesible a todos, igualmente deseoso de bendecir a cada uno.
Tomado con licencia de:
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.0000
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