Sociedades

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”. 2 Corintios 6.14

Yugo desigual:

Este mandato no solo es válido para el matrimonio sino también para las sociedades comerciales, ya que una sociedad es como un “matrimonio” comercial.

Palabra de Dios ya confirmada, no necesito orar para saber si debo o no asociarme con un incrédulo, ya que el Señor no me responderá algo contrario a lo que dice en su Palabra.

Antes de asociarme con alguien, lo primero que averiguo es si es creyente o no y, si no lo es, ni siquiera contemplo la posibilidad de formar una sociedad con él.

No te olvides que la desobediencia al Señor es igual a fracaso, y que aunque estés ante una buena oportunidad, esto no significa que sea la voluntad de Dios para tu vida.

Por lo general en las sociedades entre creyentes y quienes no lo son, el creyente es el que termina saliendo mal parado, y acarreando las consecuencias negativas.

Yugo igual:

A la hora de armar una sociedad con un creyente, debo orar buscando la voluntad de Dios para esa unión, ya que el hecho de que sea creyente no significa que tenga que ser mi socio.

Si decido hacerlo debo poner por escrito los porcentajes y las responsabilidades que conllevan el acuerdo, para evitar dejar zonas grises, y que todo esté bien claro.

Tomar los compromisos en forma conjunta, no a nombre de uno solo, para que en caso de un inconveniente, ambos respondan por igual.

Hacer figurar los bienes a nombre de los dos, para que a la hora de repartir utilidades o vender patrimonio ambos reciban de acuerdo al porcentaje que le corresponde a cada uno.

Ser prolijos y transparentes en el manejo de todo, siempre dando cuenta de lo actuado al otro.

Decidir las cosas de común acuerdo, habiendo orado primero, sin olvidar que una sociedad es un equipo.

Y sobre todo no hacer de las cuestiones comerciales disputas personales, para que en el caso de diferencias o disolución de la sociedad, esto no produzca enemistad.

Yo bendigo tu vida para que puedas obedecer este principio a la hora de actuar, y evites todo tropiezo en el ámbito personal, comercial y, sobre todo, espiritual.


Tomado de “Principios para el Éxito” – Pr. Daniel González

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