“Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados” (Hechos 28:8-9).
Recuerdo en una oportunidad que, al estar trabajando, una compañera vino a pedirme oración por su hijo enfermo de leucemia y además desahuciado por los doctores. No solo accedí a orar, sino que me comprometí a hacerle una visita a ese niño en el hospital. Cuando fui el cuadro era terrible, el nene intubado y los padres llorando. En ese momento, luego de orar sentí que Dios estaba allí sanándolo, y así fue. Pero lo más tremendo es que ambos padres recibieron no solo el milagro de la sanidad de su hijo, sino que también entregaron su corazón a Cristo.
Dios ha puesto, a través de tus manos, la posibilidad de que desates el poder de Dios. Nadie es más que otro, todos somos iguales y tenemos las mismas posibilidades. Atrévete a orar por los enfermos, a visitarlos en los hospitales. Anímate a visitar a alguien que esté encarcelado o con depresión en su propia casa. Si no vivimos para servir, no servimos para vivir.
Desafío de hoy: Cuando ores pide a Dios la posibilidad de que te use como nunca antes. No te sorprendas por las cosas que sucederán. Algunos te pedirán oración, en otros casos Él te pondrá carga por ciertas personas. Ve y actúa, el Señor obrará.
- Jueces 19:1-30 | (Leer)
- Jueces 20:1-48 | (Leer)
- Hechos 28:1-31 | (Leer)
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