“Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio” (Hechos 11:15).
Como vimos ayer, Cornelio era un buen creyente: oraba, daba limosnas, y era temeroso de Dios; pero había algo que aún le faltaba y que lo iba a potenciar mucho más: la llenura del Espíritu Santo. Es así que Pedro fue a visitarlo, guiado por Dios, y mientras él hablaba el Espíritu se manifestó, llenando a todos los que estaban en la casa. Luego Pedro traería un informe a toda la iglesia, escribiendo lo que había acontecido.
Podemos ser buenos creyentes como Cornelio, pero si no tenemos la llenura del Espíritu Santo estaremos incompletos. No es opcional, Jesús nos ordenó que fuéramos llenos de Él. Cuando somos saturados con Su presencia, es cuando Él toma todo el control de nuestra vida. Así nos da poder, por un lado, para vencer toda tentación y pecado; y por el otro, nos da poder para ser un instrumento en Sus manos, para hablar de Su amor, para orar por milagros, y aun para echar fuera demonios y reprender a Satanás.
Desafío: Si todavía no lo recibiste, comenzá a buscarlo de todo corazón, enciérrate en tu habitación y, al pie de tu cama, búscalo hasta que lo recibas.
La primera señal evidente es que comenzarás a hablar en otras lenguas, y luego sentirás una paz indescriptible.
- Josué 9:1-27 | (Leer)
- Josué 10:1-43 | (Leer)
- Hechos 11:1-30 | (Leer)
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