Día 111: “La piedad y el buen testimonio”

“Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré” (Hechos 22:12-13).

Dos características pueden marcar la diferencia en tu vida espiritual: la piedad y el buen testimonio. La piedad tiene que ver con la misericordia hacia el que padece, es la compasión por el que sufre que te lleva a la acción, a dar, a ayudar al que lo necesita. El piadoso es aquel que extiende su mano sin esperar nada a cambio. El buen testimonio más bien se refiere a mostrar en cada acción personal que vivimos lo que predicamos, es decir, no impostamos, no tenemos dos caras. No somos de una forma en privado y de otra en público. Somos íntegros, damos buen testimonio a los de casa como a los que no nos conocen. Ambas cualidades muestran que Jesús habita en nosotros y, en consecuencia, así como le sucedió a Ananías, el poder de Dios se desata a través de nuestras manos.

Para reflexionar: Me preguntaba, por ejemplo, si alguien pudiera observarnos a través de una cámara, ¿vería las mismas actitudes cuando estamos en el hogar que cuando estamos en la iglesia? Si la respuesta es dudosa, es tiempo de hacer cambios; no permitas que la dualidad controle tu vida.

Pero si, en cambio, estás cultivando estas dos virtudes prepárate, ¡Dios se glorificará a través de tu vida!

  • Jueces 7:1-25 | (Leer)
  • Jueces 8:1-35 | (Leer)
  • Hechos 22:1-30 | (Leer)

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