“Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (Hechos 26:22-23).
El Apóstol Pablo fue llamado a predicar y llevar a la gente al arrepentimiento de sus pecados. La visión que se le reveló fue llevar este mensaje a chicos y grandes, diciendo la verdad sobre lo que ya habían hablado Moisés y los profetas, quienes anunciaban la esperanza de la vida eterna. Algunas personas piensan erróneamente que fueron llamadas únicamente a predicar a un sector determinado de personas. Si bien cada uno posee una gracia, un don específico, que tal vez afectará mucho más a un grupo de personas, el testimonio y la predicación debe ser a toda criatura. Es maravilloso observar también a Jesús predicando a ricos y pobres, niños y ancianos, hombres cultos y del vulgo. Nosotros, como hijos de Dios, tenemos que seguir este ejemplo y anunciar las mismas verdades, ya que este es nuestro primer llamado: predicar de Jesús y Sus promesas sin temor alguno. ¡Llevemos un mensaje de esperanza y salvación a toda criatura! ¡Empecemos por casa!
Desafío de hoy: Piensa por un momento: ¿habrá algún niño o tal vez anciano al que tengas acceso frecuente? Tal vez un hijo, sobrino; o un padre, abuelo al que puedas llevarle la palabra del Señor. No lo dudes, planifica cuándo podés compartir un momento con ellos y llevarles el Evangelio de las Buenas Nuevas. Haz obra de evangelista.
- Jueces 15:1-20 | (Leer)
- Jueces 16:1-31 | (Leer)
- Hechos 26:1-32 | (Leer)
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