“¿Por qué cuando vine, no hallé a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Acaso se ha acortado mi mano para no redimir? ¿No hay en mí poder para librar? He aquí que con mi reprensión hago secar el mar; convierto los ríos en desierto; sus peces se pudren por falta de agua, y mueren de sed” ( Isaías 50:2). En estos días escuché una entrevista de radio de un periodista secular a un pastor evangélico, pidiéndole que hiciera una reflexión acerca del difícil tiempo que la humanidad está atravesando. Y antes de darle la palabra, el periodista refirió: “Entiendo que a veces si no pasamos por momentos difíciles, nos cuesta mirar al cielo”. Y esto me llevó a reflexionar que en todas las épocas el ser humano se ha rebelado de una o de otra manera en contra de su Creador. Y hasta que no pasa por situaciones extremas, no mira al Señor. Dios tiene que tratar con él para enseñarle y para acercarlo nuevamente a su perfecta voluntad. Gracias al Señor, siempre se ha mantenido un remanente fiel que ha levantado la voz con un doble propósito: la voz intercesora para clamar por el pueblo infiel, y la voz profética para declarar la palabra y reconciliar al mundo con Cristo. Esta tarea no se termina, los ciclos vuelven a empezar; hasta que el Señor regrese, el ser humano se rebelará, y Dios tendrá que tratar con él por amor, de la misma manera que un padre corrige a su hijo. Desafío: Nuestra labor es ser parte de ese remanente fiel en medio de nuestra generación. Oremos y prediquemos a todos los que niegan a Jesús, los que se han apartado de sus caminos y los que nunca han escuchado acerca de Él.
- Isaías 50:1-11 | (Leer)
- Isaías 51:1-23 | (Leer)
- 2 Corintios 10:18 | (Leer)
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