Día 303: “Avivar el fuego de Dios”

  “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” ( 2 Timoteo 1:6-7). Cuando tengo oportunidad, me gusta hacer un buen asado y agasajar a mi familia. Todo buen asador sabe que no solo es importante que la carne sea de buena calidad, sino que, además, el fuego es determinante para asarla. Qué fracaso es que el cocinero se quede sin fuego o, lo que es mucho peor, que en medio de la cocción se apague. Cuando el fuego se apaga lo que venías haciendo se puede interrumpir, detener. Es como una locomotora de vapor que se quedó sin carbón, correrá hasta que el último carbón deje de arder… por el movimiento inicial se mantendrá andando, aunque irá disminuyendo la velocidad lentamente hasta detenerse por completo. Lo mismo puede suceder en nuestra vida espiritual si la descuidamos, por eso es que tenemos que alimentar constantemente el fuego y cuidar de que no se apague. Será crucial entonces cuidar nuestro corazón de todo aquello que tiende a sofocarlo: los comentarios negativos, el desánimo, la tristeza o el pecado, que ponen en peligro nuestra fe. Y debemos llenarnos de todo lo que viene del cielo. Haz un alto y reflexiona: ¿Está ardiendo el fuego de Dios en tu corazón? ¿Estás observando que lentamente te vas quedando o casi te estás deteniendo? ¡Es tiempo de avivar el fuego de Dios sobre tu vida y ponerte nuevamente a andar!

  • Ezequiel 3:1-27 | (Leer)
  • Ezequiel 4:1-17 | (Leer)
  • 2 Timoteo 1:28 | (Leer)

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