“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina… Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” ( 2 Timoteo 4:1-2,5). Timoteo era un joven discípulo de Pablo que conocía la Palabra de Dios y había sido inspirado por la fe de su madre y de su abuela, llegando a ser un gran siervo del Señor. Sin embargo, su punto era débil su timidez. Pablo, como líder, lo animó una y otra vez a avivar el fuego de Dios en él, a ser irreprensible, a ser ejemplo, y en esta oportunidad, a predicar la palabra en todo tiempo y circunstancia. Hoy en día, muchos sufren este mismo mal: una vergüenza que los paraliza y les impide predicar a Cristo. Hoy en nuestra sociedad, al igual que en la antigüedad, miles de personas padecen y en gran manera, es porque hay una verdad que ignoran y esa verdad es Jesucristo. Hay una súplica, un ruego que nace del corazón de Jesús: nos encarece que Su palabra sea predicada a tiempo y fuera de tiempo y para ello es necesario poder sentir con Su corazón y ver con Sus ojos. Desafío: No callemos, instemos a que puedan conocer esta verdad revelada. ¡Nosotros somos portadores de Su voz, por tanto, no nos avergoncemos! ¿A quién le hablarás de Jesús hoy?
- Ezequiel 9:1-11 | (Leer)
- Ezequiel 10:1-22 | (Leer)
- 2 Timoteo 4:22 | (Leer)
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