“Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos. Todo lo sujetaste bajo sus pies… ” ( Hebreos 2:6-7). Como hombres y mujeres, viviendo en este vasto e infinito universo, somos pequeñas criaturas. Los que han tenido la oportunidad de viajar a la luna, y mirar desde lejos la tierra, coinciden en una afirmación: todo se ve hermoso y frágil. Armstrong, una vez allá, encontró un momento para mirar hacia la Tierra y maravillarse. De repente me di cuenta de que ese pequeño guisante, bonito y azul, era la Tierra. Levanté mi pulgar y cerré un ojo, y mi pulgar eliminó el planeta Tierra. No me sentí como un gigante. Me sentí muy, muy pequeño. Neil Armstrong, astronauta del Apolo 11 Así es el hombre, y Dios siendo todopoderoso eligió enviar a Jesús y hacerse como uno de nosotros. Aún más importante es que el Señor de gloria, la segunda persona de la Trinidad, cuando vino a la tierra y se convirtió en un ser humano, lo hizo por amor. ¿Para qué lo hizo? Para poder revelarnos a Dios. Él presentó a Dios como Padre y acercó el reino de los cielos aquí a la tierra. El gran y maravilloso misterio es que nació, vivió, murió, resucitó y ascendió a los cielos; y nos tiene preparadas moradas para reinar juntamente con Él. Recuerda: que todo lo que hizo Jesús lo hizo por amor a nosotros.
- Ezequiel 21:1-32 | (Leer)
- Ezequiel 22:1-31 | (Leer)
- Hebreos 2:18 | (Leer)
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