“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más cuando aquel día se acerca” ( Hebreos 10:24-25). Cuando algo se pierde, generalmente se empieza a valorar. Cuando sufrimos la pérdida de un ser querido, decimos: “¡Cuánto lo extraño!”, pero tal vez cuando estuvo vivo no lo disfrutamos lo suficiente. En ocasiones nos quejamos de nuestro trabajo hasta que nos despiden, entonces deseamos volver a tenerlo. Es la historia del hijo pródigo: solo cuando se queda sin nada valora lo que perdió. Valoremos el lugar en el que el Señor nos puso, nuestra iglesia, nuestros pastores, nuestros hermanos en Cristo. Estamos en los últimos tiempos, por lo tanto, debemos reflexionar y entender que congregarnos junto a nuestra familia de la fe no es una opción, es fundamental para nuestra vida espiritual y nuestro crecimiento en Dios. Cuando asistimos a las reuniones, la presencia de Dios se manifiesta con poder y salimos fortalecidos. ¿Puedo adorar a Dios en mi casa? Claro que sí; pero se desata un poder en el acuerdo, cuando nos unimos juntos como hermanos para exaltar al Señor. En ocasiones, podemos correr el riesgo de priorizar otras actividades: el trabajo, el cansancio, una dolencia o una reunión social y usarlo como excusa para no congregarnos. Pero el Señor es bueno y nos anima a establecer este hábito dentro de nuestro estilo de vida. Él todo lo hace para nuestro beneficio. Recuerda: ¡No es una opción, por eso no dejes de congregarte!
- Ezequiel 37:1-28 | (Leer)
- Ezequiel 38:1-23 | (Leer)
- Hebreos 10:39 | (Leer)
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