“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16).
Uno de los primeros versículos de la Biblia que escuché, impactó mi alma y además aprendí de memoria, es este. Pero pensaba en qué frustrante ha de ser para un padre o una madre, dar todo por un hijo y que este lo ignore, lo maltrate o le dé vuelta la cara. Pensemos que este Dios tan grande y poderoso entregó a Su Hijo Jesús por amor a nosotros, por amor al mundo. Un mundo que no le conoce, que vive dejándolo de lado o que continuamente le da la espalda.
¿Podés, por un momento, sentir el corazón de Dios? Duele. Pero aquí empieza lo maravilloso: no importan tus errores del pasado, tus faltas y pecados; si venís a Dios, Él te perdona, te limpia y restaura. Y no solo eso, sino también a todos los que por tu medio, crean en Jesús. Así que tenemos un rol protagónico en esta historia.
Desafío de hoy: Aprende de memoria este versículo para nunca olvidar que Dios te ama en gran manera y que quiere que todos sean salvos. Luego comparte esta Palabra y verás cómo la salvación, tarde o temprano, llega a tu hogar, a tu familia y a todo tu entorno.
- Números 21:1-35 | (Leer)
- Números 22:1-41 | (Leer)
- Juan 3:1-21 | (Leer)
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