“Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre” (Juan 8:15-16).
Culturalmente vemos que, con mucha facilidad, las personas levantan juicio sobre otras, como si dispusieran de todas las pruebas para hacerlo, o si tuvieran el derecho. Los jueces, después de muchos meses o hasta, en ocasiones, años y con una contundencia de pruebas, es que logran dar una sentencia. Hay casos tan delicados y complejos que necesitan de muchísima sabiduría para tener un veredicto y que este sea justo. Aun ellos, por distintas influencias o filosofías, pueden dar un fallo sin ver la justicia real.
Pero, más allá de estas realidades, está la realidad de Dios, quien es justo, y obrará justicia a los suyos, los que a Él claman. Algunas enseñanzas prácticas nos ayudarán en este sentido: no juzguemos, y Dios nos dice que, entonces, no seremos juzgados. Además, quiero decirte que la mayoría de las veces estaremos equivocados. Y, por otro lado, solo Dios pesa los corazones y las intenciones de ellos, sabemos que sus juicios son santos y verda- deramente justos.
Desafío: Si estás atravesando por una situación difícil o injusta, clama a Dios con todo tu corazón y pídele que te juzgue o juzgue la causa por ti. Verás, en poco tiempo, cómo todo se encauza para bien. Para los hijos de Dios la historia siempre termina bien porque al final se hará Su voluntad.
- Números 31:1-54 | (Leer)
- Números 32:1-42 | (Leer)
- Juan 8:1-59 | (Leer)
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Desafío: Si estás atravesando por una situación difícil o injusta, clama a Dios con todo tu corazón y pídele que te juzgue o juzgue la causa por ti. Verás, en poco tiempo, cómo todo se encauza para bien. Para los hijos de Dios la historia siempre termina bien porque al final se hará Su voluntad.
Amen! GLORIA al SEÑOR! ALELUYA!