“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:9-10).
El Señor nos va a enseñar, a través de esta palabra, que hay muchas puertas en la vida, pero solo una es la que nos lleva al Padre, y esta es la única entrada al Reino de los cielos. Jesús dice de sí: “Yo soy la puerta”, y la llave que abre esa puerta es nuestra confesión de fe.
Desde el instante que confesamos a Jesús como Señor y Salvador, es que tomamos conciencia del mundo espiritual y la batalla que hay por cada vida.
Al llegar, nuestra condición es tan paupérrima, como consecuencia de haber vivido lejos de sus caminos; pero empezamos a darnos cuenta de que hay una mejor vida junto con Cristo. Estábamos muertos espiritualmente, pero comenzamos a recibir la vida de Dios y ahora entramos en la abundancia preparada para cada uno de nosotros. Abundancia de fe, de paz, de amor, de la plenitud de Cristo.
¿Estamos viviendo una vida abundante? Confesemos a Jesús, abandonando nuestros propios caminos y experimentaremos la abundancia de Dios.
Desafío: Entra cada día a la presencia de Dios, expónete a la luz de Su verdad, y toma las decisiones que sean necesarias para que esto sea una realidad en tu vida.
- Números 35:1-34 | (Leer)
- Números 36:1-13 | (Leer)
- Juan 10:1-42 | (Leer)
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