Transformación total

Y vinieron a Jesús y vieron al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo. Marcos 5.15 (LBLA)

No es solamente para agregar color al relato que el evangelista describe la condición exacta en la cual los pobladores encontraron al hombre que había estado endemoniado. Es precisamente su condición transformada la que impactó tan profundamente a los que estaban presentes.

Si juntáramos el relato de Marcos con el de Lucas, tendríamos la imagen patética de un hombre completamente atormentado por la vida y las circunstancias en las que vivía. Marcos nos dice que el gadareno, que moraba entre los sepulcros, daba grandes gritos y se hería continuamente con piedras. Seguramente este comportamiento era producto de sus desesperados esfuerzos por ponerle fin al tormento en que vivía. Lucas agrega el detalle de que el hombre no vestía ropa alguna, de manera que se le veía por las colinas de la zona corriendo completamente desnudo.

No debe escapar de nuestra observación los «métodos» que habían usado los pobladores de la zona para solucionar el problema del endemoniado. Ninguno de ellos se caracterizaba por la misericordia o la compasión. Más bien, con una violencia absolutamente injustificable, lo habían atado muchas veces con cadenas y grillos para tratar de contenerlo. Son los medios de este mundo, donde es más importante asegurar nuestra comodidad y tranquilidad que liberar a los cautivos de su sufrimiento. Hoy no lo hacemos con grillos y cadenas, pero tenemos instituciones para aislar y sacar del camino a personas con este tipo de «desequilibrios mentales».

Jesús declaró explícitamente que vino a este mundo para sanar a personajes como este endemoniado (Lc 4.18–19). Lejos de ignorarlo, el Señor le ministró y puso fin a su tortuosa experiencia, para encaminarlo hacia una vida sana y restaurada. Queremos, en esta reflexión, notar la profundidad de ese cambio. Antes el hombre andaba desnudo; ahora estaba vestido. Antes corría por doquier buscando herirse con piedras; ahora estaba sentado. Antes daba grandes gritos; ahora estaba en su sano juicio. ¡Qué tremenda transformación! Es la clase de cambio que Dios quiere producir en la vida de todos aquellos cuyas vidas toca.

En la iglesia no siempre hemos entendido esta realidad, prefiriendo atender solamente los aspectos «espirituales» del ser humano. Lo espiritual, sin embargo, no puede estar divorciado de lo emocional, lo mental o lo físico. La redención que Dios propone al ser humano es una redención que afecta al hombre total. Con esa clase de obra debemos estar comprometidos, para buscar la transformación del hombre en todos los aspectos de su vida.

Para pensar:

El apóstol Santiago le hizo un planteamiento incisivo a los cristianos del primer siglo, uno que no ha perdido poder a pesar del transcurso de 2000 años desde aquella pregunta. «Si un hermano o una hermana -escribía el apóstol-, no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no le dais lo necesario para su cuerpo ¿de qué le sirve?» (2.15–16). Es una pregunta en la cual vale la pena reflexionar.




Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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