Un testimonio incontrovertible

Cuando terminó de hablar, se arrodilló y oró con todos ellos. Y comenzaron a llorar desconsoladamente, y abrazando a Pablo, lo besaban, afligidos especialmente por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su rostro. (Hechos 20.36–38) (LBLA)

Con frecuencia se alude al carácter fuerte de Pablo, a su corazón un tanto duro. Una ilustración típica de estas características, se nos dice, es el incidente con Juan Marcos (Hch 15). El apóstol opinaba que quien había desertado una vez del ministerio no debía seguirles acompañando en futuros viajes. Bernabé creía que se le debía dar una segunda oportunidad. La disputa entre los dos fue tan grande que no pudieron llegar a un acuerdo y tuvieron que separarse. No son pocos los comentaristas que opinan que el mayor causante de esta separación fue Pablo, principalmente por causa de su intolerancia.

No nos cabe duda que, con el pasar de los años, Dios va tratando la vida de un líder para quitar aquellas asperezas que causan dolor a los demás. Con seguridad el gran apóstol no quedó fuera de este trato del Alfarero Divino. En su segunda carta a los Corintios Pablo parece haber experimentado, entre otras cosas, latigazos, prisiones, azotes y un sinnúmero de padecimientos menores.

La verdadera naturaleza de un líder, sin embargo, la dan a conocer los que están más cerca de su persona. Son los que le han acompañado en medio de las dificultades, los que han conocido de cerca sus debilidades y que han gustado de la particular gracia que Dios ha derramado en su vida. Son las personas que lo han observado con mayor atención, que han compartido sus sueños, sus victorias y sus derrotas. Como tales, se encuentran bien autorizados a emitir un veredicto sobre su vida y ministerio.

La despedida de Pablo en Mileto nos ofrece el mejor comentario acerca de la clase de persona que él era, porque lo vemos rodeado de los que más cerca estuvieron de él. Lucas nos dice que ellos comenzaron a llorar desconsoladamente, afligidos porque Pablo les había dicho que no le iban a volver a ver. Tristemente, en más de una de nuestras congregaciones, la partida de su líder sería motivo de alivio. Pero esas personas que estaban con Pablo lo besaban y abrazaban, mientras derramaban abundantes lágrimas por la inminente partida del gran maestro y apóstol. Un observador no necesitaba interrogarles acerca de lo que sentían por él. Sus gestos y su comportamiento hablaban con singular elocuencia del lugar que se había ganado en sus corazones.

Quizás las personas no comenzarán a valorar totalmente todo lo que usted, como líder, ha hecho por ellos, sino hasta que usted ya no esté más en medio de ellos. Pero la forma en que lo despidan hablará más que mil palabras acerca del respeto y cariño que usted se ha ganado durante los años que los ha ministrado. En tiempos de crisis, el fallo de ellos será más revelador que en cualquier otro momento.

Para pensar:

¿Si tuviera que despedirse hoy de su gente, cómo recibirían ellos la noticia? ¿En qué cosas se basa para creer que lo despedirán de esta manera? ¿Cómo puede hacer una inversión más personal en la vida de los que están cerca suyo? ¿Qué necesita hacer para que sean conscientes de que los ama incondicionalmente?

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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