Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos. Lucas 10.39–40 (LBLA)
Nuestro estudio de este pasaje sería poco productivo si nos concentráramos en el valor relativo de las actividades de las dos hermanas. El Señor no quiso exaltar la pasividad por encima del activismo. De hecho, cualquiera de las dos actividades puede ser perjudicial si es llevada a un extremo.
Por un lado tenemos el peligro de la persona inquieta. Es la persona que no puede detenerse, que necesita siempre estar haciendo algo. En muchos casos esta es una persona que tiene ciertas carencias afectivas. Esconden su dolor o inseguridad en un estilo de vida que no deja lugar para los tiempos de recogimiento, intimidad o reflexión. Es difícil tener que convivir con ellos porque su permanente movimiento no los deja dedicarse a otras realidades de la vida que no se cultivan por medio de trabajos y proyectos. El ministerio es especialmente atractivo para ellos, porque les provee de un medio para ganarse el afecto y la aprobación que tanto necesitan. Un pastor con quien hablé me contó, haciendo alusión a su entrega «incondicional» al Señor, que no había tomado vacaciones ni descansos en siete años. Es una postura común entre esta clase de personalidades.
Por otro lado, no obstante, tenemos a la persona que carece de todo interés en cualquier tipo de actividad. Su vida está gobernada por la ley del menor esfuerzo y siempre busca la manera de conseguir beneficios sin hacer demasiado a cambio. Esta clase de persona, cuando está dentro del cuerpo de Cristo, espiritualiza su vagancia explicando que Dios lo ha llamado a cosas «mayores». Es la clase de persona que tiene visiones, recibe palabras y profecías y siempre está lista para disertar sobre la Palabra. Nunca está, sin embargo, a la hora de arremangarse para trabajar en algún proyecto que implica esfuerzo y sacrificio. También de estos hay en abundancia dentro de la casa de Dios.
De modo que podemos afirmar que tanto el activismo excesivo como el ocio desmedido son altamente perjudiciales para la vida de aquellos que desean caminar fielmente con Cristo.
¿Cuál es la lección que Cristo quiso enseñarle a Marta en este incidente absolutamente cotidiano, común a la vida de cada uno de nosotros? No estaba condenando la actividad de Marta, que de por sí era buena, sino el hecho de que estaba abocada a una actividad loable en el momento incorrecto. He aquí la diferencia entre la persona madura y la inmadura. La inmadura se dedica a destiempo a las cosas que otros hacen en el momento correcto. Hay un tiempo indicado para el trabajo y el esfuerzo. Quien se dedica al descanso, la instrucción y la reflexión, cuando es tiempo de trabajo, hace lo incorrecto. De la misma manera, quien se dedica al trabajo cuando es tiempo para el descanso, la instrucción y la reflexión, también hace lo incorrecto.
Para pensar:
Señor, enséñame a discernir los tiempos para estas dos actividades, para dedicarme de todo corazón a cada una de ellas en el momento oportuno.
Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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