Verdaderos adoradores

Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4.23)

Esta escena tiene un valor muy especial para todos aquellos que deseamos conocer mejor a nuestro Dios. Es una de esas pocas ocasiones en las cuales Jesús revela, con palabras, los deseos del Padre. No podemos dejar de sentirnos descolocados frente a su revelación, pues en medio de una discusión acerca de las «formas» de la adoración -algo absolutamente efímero (pero que no ha dejado, sin embargo, de seducirnos una y otra vez)- Cristo introduce una frase que sorpresivamente nos lleva a considerar lo que es la «esencia» de la adoración.

Uno de los aspectos de su declaración salta a la vista inmediatamente: existen dos clases de adoradores, los verdaderos y los falsos. No hace falta remarcar que si un adorador es falso, en realidad no es un adorador, sino alguien que asume el papel de adorador. Esto nos obliga a meditar en nuestras propias experiencias de adoración: ¿realmente adoramos o fingimos estar adorando durante los momentos públicos destinados a esta actividad?

Con sólo pensar en esto nos damos cuenta de cuál es la diferencia entre una cosa y la otra. El falso adorador es, precisamente, el que considera a la adoración como una actividad. Es decir, por momentos deja lo que está haciendo para dedicarse a una nueva actividad: la de expresar adoración al Padre. No está haciendo más que asumir los movimientos e incorporar las palabras apropiadas a tal actividad. Quizás las ha visto en otros y las sabe imitar con facilidad. De todas maneras, en su mente la adoración es una de las tantas actividades relacionadas con la vida espiritual.

Cuando Cristo habla del verdadero adorador, no está describiendo las actividades de una persona; está haciendo referencia a lo que una persona es. De la misma manera que nosotros podríamos describir a una persona por su origen, diciendo que es griega, polaca o española -y se entendería que esto no se refiere a una actividad sino a su identidad-, Cristo identifica a ciertas personas dentro del reino por el corazón que poseen: son verdaderos adoradores del Padre.

Un adorador no puede convivir con la carne y el pecado. La adoración es, en última instancia, el resultado de un dramático y profundo encuentro con Dios, donde tales cosas se han vuelto abominables. El verdadero adorador que el Padre anhela es el que adora en espíritu y verdad. Es una persona que combina la realidad espiritual producida por el Espíritu de Dios (pues nadie puede relacionarse con Dios si no es por medio del Espíritu), y la purificación del ser interior que viene por medio de la verdad eterna. Es decir, es una persona que refleja con todo su ser la relación en la que está profundamente envuelta.

Para pensar:

¿Cómo se definiría como adorador? ¿Su adoración está limitada a actividades en reuniones públicas? ¿Cómo puede cultivar más su identidad como adorador?

Tomado con licencia de:

Shaw, C. (2005) Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.

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