Vivimos tiempos revolucionados, sin duda alguna. El motor de la historia se acelera y nosotros, dentro de este mundo vertiginoso, intentamos no quedar atrás. Aunque lo vintage se ha vuelto popular, en muchos casos es solo una apariencia que intenta evocar un tiempo pasado sin lograrlo por completo. La realidad es que la avalancha de “novedades” puede abrumarnos, haciéndonos reaccionar sin la oportunidad de reflexionar.
Si miramos a nuestro alrededor, vemos que no solo el mundo está en constante agitación —como siempre lo ha estado—, sino que el mundo cristiano también está buscando su lugar en estos tiempos. Hoy más que nunca hablamos de la segunda venida de Cristo, afirmando que está cerca. Sabemos esto, pero mientras Él llega, ¿qué hacemos nosotros? ¿Cómo enfrentamos los cambios sociales, tecnológicos y morales que impactan nuestro entorno y nuestra fe? La misión que Dios nos encomendó requiere reflexión, propósito y un sentido de dirección clara.
1. La Percepción: ¿Cómo Vemos el Mundo?
Es fundamental comprender cómo percibimos el mundo que nos rodea y sus cambios radicales. Muchas veces miramos al pasado con nostalgia, recordando una época que, en nuestra memoria, parecía más tranquila o más alineada con nuestros valores. Sin embargo, la Biblia nos advierte contra esta tendencia. En Eclesiastés 7:10-12, el Predicador reflexiona: “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría… mas la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores.” Este llamado nos invita a vivir con sabiduría, adaptándonos a los tiempos actuales y no a aferrarnos a un pasado idealizado.
Además, debemos evaluar nuestras tradiciones, prácticas y estructuras eclesiásticas, preguntándonos: ¿cuáles de estos elementos realmente reflejan los principios bíblicos? Jesús reprendió a los intérpretes de la ley cuando les dijo: “¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! Porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis” (Lucas 11:52). Esta advertencia nos recuerda que no debemos ser un obstáculo para quienes buscan a Cristo. Así como Jesús reprendió a sus discípulos cuando impedían que los niños se acercaran a Él (Marcos 10:13-14), también nosotros debemos asegurarnos de no poner barreras innecesarias al evangelio, a veces en forma de tradiciones o normas inflexibles que pueden confundir a quienes necesitan oír el mensaje de amor y salvación.
2. La Adaptabilidad: La Clave para Avanzar
La vida misma nos enseña el valor de la adaptabilidad. Desde el momento de la concepción, un ser humano pasa por cambios constantes, adaptándose y creciendo hasta llegar a la madurez. Incluso después de la muerte, la Palabra de Dios nos asegura que seremos transformados (1 Corintios 15:52). En todo momento, la capacidad de adaptarnos es una virtud que debemos cultivar.
El apóstol Pablo es un ejemplo de esta adaptabilidad en el ministerio. En Filipenses 4:12-13, él escribe: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Y, además, en 1 Corintios 9:22-23 dice: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.” Pablo no cambia sus principios ni su identidad, sino que adapta su enfoque para cumplir con la misión de llevar el evangelio a todos. Su adaptabilidad es guiada por un propósito claro: la salvación de otros.
Adaptarse no significa adoptar los valores o la mentalidad del mundo, que suelen ser contrarios al evangelio. Al contrario, la verdadera adaptabilidad cristiana implica cambiar lo que sea necesario para comunicar efectivamente el mensaje de Cristo, sin comprometer su verdad. No se trata de estilo o de métodos superficiales; es un cambio en la manera de pensar, una renovación de nuestra mentalidad y cultura, como embajadores de Cristo con la misión de reconciliar a los hombres con Dios (2 Corintios 5:18-20).
3. La Fidelidad a los Principios Bíblicos y Cristianos
Adaptarnos no significa renunciar a nuestra identidad ni a los principios inmutables de la fe. Así como en la naturaleza los seres vivos se adaptan a las condiciones cambiantes sin dejar de ser quienes son, nosotros también debemos adaptarnos sin perder nuestra esencia como seguidores de Cristo. Un caballo en un clima frío puede desarrollar un pelaje más grueso, pero sigue siendo un caballo. De la misma manera, nosotros debemos seguir siendo cristianos, sin importar las circunstancias.
Nuestra identidad está en Cristo y somos llamados a andar como Él anduvo (1 Juan 2:6). A medida que vivimos en este mundo en constante cambio, nuestra fidelidad a los principios bíblicos nos protege de perder el rumbo y nos ayuda a mantener nuestra identidad y propósito claro. La fidelidad no es una excusa para aferrarnos a prácticas o tradiciones que puedan ser obstáculo; es un recordatorio de nuestra misión de ser portadores de la luz de Cristo en todo lugar.
No es una cuestión de estilo sino que es un cambio de mentalidad y de cultura, porque no podemos permitir dejar de ser relevantes como representantes de Cristo
Conclusión
Los tiempos en los que vivimos exigen que estemos a la altura de las necesidades espirituales de las personas. A mayor desarrollo y avances científicos, mayor es la frustración cuando estos no logran llenar el vacío en el alma. La respuesta sigue siendo Cristo, y el evangelio no cambia, aunque nuestros métodos sí puedan y deban cambiar.
Como iglesia, debemos avanzar con discernimiento, siendo fieles a la Palabra de Dios, abiertos a la renovación y, sobre todo, dispuestos a escuchar y aprender. Como dijo Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). En Él encontramos dirección y claridad para seguir adelante. Hoy más que nunca, el mundo necesita ver en nosotros la esperanza, el amor y la paz que solo Cristo puede ofrecer.
Adaptado y tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 15, PASTORES: ¿Cómo cambia el rol pastoral con los nuevos desafíos? Pág. 6-7.
créditos ph: freepik
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