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Grupo de Vida: Manual de supervivencia de un grupo pequeño

Una de las verdaderas bendiciones de las iglesias pequeñas y de los grupos pequeños es que, aunque los programas no suelen ser arrolladoramente dinámicos, allí hay una atmósfera apropiada para fomentar la comunión. Los Grupos Pequeños o Grupos de Vida, son una excelente oportunidad de integración y crecimiento entre los asistentes y los nuevos integrantes.

En nuestra sociedad la base filosófica del ministerio es «más es mejor». Desafortunadamente, esto no funciona cuando se trata de desarrollar una comunidad.

Los grupos más grandes deben siempre ver la manera de dividirse en grupos más pequeños e íntimos. Estoy convencido de que estas experiencias compartidas son el corazón en la formación de una comunidad en cualquier ministerio.

Muchas iglesias se están dando cuenta de que los grupos pequeños de apoyo encaminados específicamente a compartir y animarse unos a otros se están convirtiendo en columna vertebral de su ministerio. Incluso el dividir a todos los participantes de una reunión en pequeños segmentos durante la actividad suele ser más favorable para el crecimiento y la comunión. Sin embargo, dirigir grupos pequeños puede ser agotador. Todos hemos estado en grupos donde nadie habla o en otros donde uno solo acapara toda la conversación.

Dirigir un grupo pequeño requiere ciertas habilidades que no se dan fácilmente. Los principios enumerados a continuación te ayudarán a hacer más fácil la importante tarea de forjar una comunidad profunda en tu ministerio:

Imagen de Freepik

1. Incluye a cada uno de los participantes en todo lo posible.

2. Al principio, puedes pedir a cada uno del grupo que cuente algo. Diles que compartan algún detalle de su vida para conocerlos mejor, algo que les gustaría que todos sepan de ellos. (Necesitan una victoria desde el inicio.)

3. Grupos de 8 a 12 es el máximo. Luego podrías plantear la forma de multiplicación de tu grupo.

4. Debes estar al tanto de los nuevos e incluirlos en la conversación.

5. Recuerda que en los grupos pequeños suele incrementarse el nivel de tensión (porque los participantes no pueden esconderse).

6. Pasa de una conversación sencilla a una más profunda.

7. Haz más preguntas.

8. Las mejores preguntas no tienen respuestas correctas o incorrectas.

9. Mientras más unido esté el grupo, mejor se sentirán en él.

10. En los grupos pequeños es más fácil compartir, orar, animar, y tener un trato más personal que en los grupos numerosos.

11. No permitas que una persona domine la conversación.

12. Escribe las preguntas que se discutirán.

13. Evita las palabras que desaniman.

14. Las preguntas para la discusión deben poder contestarse (no hagas preguntas que impidan llegar a conclusiones).

15. Afirma a las personas por lo que están diciendo.

16. Permite el derecho de estar presente en la reunión y no hablar.

17. Crea una atmósfera informal y relajada.

18. No seas el que siempre explica las respuestas.

19. Llama a cada persona por su nombre.

20. Permite que cada uno tome el turno que le corresponde.

21. El contacto visual y el lenguaje corporal son importantes.

22. Cuando le pidas a alguien que lea, asegúrate de que puede hacerlo en voz alta; si no es así, no se lo pidas.

23. Mantén a tu grupo en una atmósfera cómoda, donde cada uno pueda verse a los ojos.

24. Exige confidencialidad en el grupo.

Hay un buen número de modelos para edificar comunidad en tu ministerio. El que más me ha ayudado a comprender y trabajar hacia esa meta es el de Lyman Coleman. Este modelo implica un proceso gradual de grupos pequeños que comparte, y que, en un nivel muy simple, donde los participantes no se cohíban, crece hacia una comprensión personal y confianza mutua.

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Coleman describe el proceso comparándolo con un terreno de beisbol. La primera base es la historia relatada. A fin de que un grupo desarrolle un sentido de comunidad, los participantes deben tomarse el tiempo para compartir su historia. Antes de que desarrolles intimidad, debes conocerlos. La segunda base que tu grupo necesita es un sentido de afecto y aliento. Cuando las personas se sienten cómodas y aceptadas, es cuando realmente comienzan a abrirse.

Para Coleman, la tercera base es un compartir profundo. Este es el momento en el proceso cuando los miembros del grupo empiezan a demostrar confianza los unos con los otros al compartir sus heridas, alegrías, frustraciones, creencias e incluso sus dudas.

El desarrollo de la intimidad toma tiempo. Finalmente, el plato (home) en el proceso es el área más profunda de la comunidad cristiana. Esta es una relación cercana en la cual las personas se sirven y respetan mutuamente. Tal profundidad en la comunión es la meta. Ésta nunca es alcanzada totalmente por todos en el grupo. Sin embargo, tal compañerismo es lo que nuestros corazones anhelan y lo que mantiene viva la fe de los miembros del cuerpo de Cristo.

Muchas iglesias se están dando cuenta de que los grupos pequeños de apoyo encaminados específicamente a compartir y animarse unos a otros se están convirtiendo en columna vertebral de su ministerio.



Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 17, “Grupos pequeños que logran grandes resultados Pag. 12″

Créditos ph: Imagen de pvproductions en Freepik

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