B. ÉL ES QUIEN NOS HACE RECORDAR
“… Él … les recordará todo …” (Jn. 14:26). La memoria del hombre, como toda otra función de su ser, ha sufrido como resultado de la caída. Por lo tanto, necesita, y tiene, un maravilloso “recordador” en el Consolador, el Espíritu Santo.
1. Recordándonos la palabra de Dios.
“… Él … les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 14:26). El siervo del Señor se salvaría de muchos problemas y angustias si estuviera más atento a la palabra que le ha sido dada. Pedro nunca hubiera negado a su Señor si hubiera recordado más pronto lo que Jesús le había dicho (Mt. 26:75). Los discípulos no hubieran tenido que pasar esos tres días y noches perturbados mientras Jesús estaba en la tumba, ni hubieran dudado de las mujeres que contaron de su resurrección, si sólo hubieran recordado lo que Él había dicho sobre su muerte y resurrección (Mt. 16:21; 17:22, 23; 20:18, 19; Jn. 2:22; Lc. 24:6–11). Los prejuicios de Pedro y la iglesia primitiva contra los gentiles fueron sobrellevados cuando recordaron la palabra del Señor (Hch. 11:15–18). En tiempos de persecución, cuando el Diablo murmura que uno está fuera de la voluntad de Dios, es precioso recordar Juan 15:18–20:
Si el mundo los aborrece, sapan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo pero porque no son del mundo, antes yo los elegí del mundo, por eso el mundo los aborrece. Acuérdense de la palabra que yo les he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la de ustedes.
En tiempos de disciplina, cuando uno está tentado a pensar que Dios no lo ama, o no hubiera permitido esto o aquello, cuán confortante es recordar que “el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Heb. 12:6).
2. Recordándonos las promesas de Dios.
El Espíritu Santo constantemente nos recuerda alguna promesa especial que Dios ha dado en el pasado. Cuántas veces debe haber sido alentado Pablo cuando el Espíritu Santo le recordaba de aquella noche en el castillo en Jerusalén cuando “… se le presentó el Señor y le dijo: Tened ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (Hch. 23:11), especialmente en la gran tormenta en el mar (Hch. 27:24, 25). ¡Qué precioso es el ser recordado de la fidelidad de Dios en todos los días que han pasado, y estar seguros de que Él cuidará de los suyos ahora!
“Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expreso por Moisés su siervo, ha faltado.” (I R. 8:56).
3. Recordándonos cuando estamos ministrando.
El Espíritu Santo es un experto trayendo a la memoria pensamientos y versículos al estar predicando o tratando con un alguien acerca de su necesidad espiritual. ¡Cuántas veces el pasaje exacto ha sido traído a memoria!