Leccion 1, Tema 1
En Progreso

B. LO QUE ES EL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO.

Negativamente:

1.   No es el nuevo nacimiento.

El bautismo con el Espíritu Santo es subsecuente al nuevo nacimiento, y distinto de su obra regeneradora. Una completa experiencia cristiana ciertamente debería contener ambos; pero hacemos esta distinción porque muchos son genuinamente salvos, pero nunca han sido llenos con el Espíritu. Los siguientes hechos prueban esta distinción.

1.1. Los apóstoles fueron convertidos bajo el ministerio de Jesús (Jn. 1:35; Lc. 10:20; Jn. 13:10, 11; Jn. 15:3). Fueron mandados a esperar, y fueron instantáneamente llenos con el Espíritu Santo por lo menos dos años más tarde (Lc. 24:49; Hch. 1:13, 14; 2:1–4).

1.2. Los samaritanos fueron salvos bajo el ministerio de Felipe (Hechos 8:5–8, 12). Fueron bautizados con el Espíritu Santo bajo el ministerio de Pedro y Juan algunos días más tarde (Hch. 8:14–17).

1.3. Pablo fue convertido en el camino a Damasco por una visión personal del Cristo resucitado (Hechos 9:3–9). Fue bautizado con el Espíritu Santo bajo el ministerio de Ananías tres días más tarde (Hch. 9:17–19).

1.4. Los doce hombres en Éfeso eran “creyentes” según las propias palabras de Pablo a ellos: “¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?” (Hch. 19:2). Estos creyentes fueron bautizados en agua y luego recibieron el Espíritu Santo después de la imposición de manos de los apóstoles (Hch. 19:2–7). Aquellos que enseñan que todos los que son salvos reciben el bautismo con el Espíritu Santo al mismo tiempo que la salvación usan este pasaje para probar su punto. Pero la respuesta de estos creyentes de Éfeso a la pregunta: “¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?” fue “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo” (Hch. 19:2). No obstante, eran creyentes. Uno, puede, entonces, ser un creyente y no haber sido lleno del Espíritu Santo. No se necesita de un largo período de tiempo entre la salvación y la plenitud del Espíritu, sin embargo, el bautismo con el Espíritu es una experiencia adicional al nuevo nacimiento.

2.   No es santificación.

Como indicamos en el estudio de soteriología, la santificación es una manifestación de la gracia de Dios completamente diferente del bautismo con el Espíritu Santo. Los dos se aumentan el uno al otro, pero son vitalmente diferentes en su carácter y propósito. La santificación tiene que ver con la separación para Dios, y la purificación para su servicio. Se puede entender así: La santificación tiene dos fases: (1) instantánea (Jn. 15:3; I Cor. 6:11; Heb. 10:10–14). Esta fase de la santificación se refiere particularmente a la posición del creyente en Cristo. (2) progresiva (I Tes. 5:23; Heb. 6:1; 12:14), se refiere al proceso diario por el cual la condición actual del creyente es traída a esta posición.

3.   No es una recompensa por los años de servicio cristiano, ni es el cenit de la experiencia cristiana.

Esto debe ser claramente entendido, porque muchos han adoptado la idea de que al haber recibido el bautismo con el Espíritu Santo son marcados como superiores en espiritualidad y dignos de alguna dispensación especial de Dios. Al contrario, los creyentes eran enseñados a esperar la plenitud del Espíritu inmediatamente después de la conversión y el bautismo en agua.

“…Arrepiéntanse y sea bautizado cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.” (Hch. 2:38). En otras palabras, el bautismo con el Espíritu Santo está a la disposición de los recién nacidos en Cristo.

El Bautismo con el Espíritu Santo no es algo que uno guarda sino algo que uno usa. No es la cima de la experiencia espiritual, sino uno de los fundamentos básicos y esenciales para la continuación del desarrollo y servicio cristiano.

4.   Un error corregido.

Algunos enseñan que el Espíritu Santo fue derramado una vez y por todos en el día de Pentecostés, y que no necesitamos esperar ninguna experiencia de ese tipo, ni individualmente ni colectivamente.

Note, sin embargo, que Pedro, citando a Joel 2:29, no dijo: “Ahora se cumplió lo dicho por el profeta Joel.” Si hubiera dicho eso, no habría nada más que esperar. La profecía estaría cumplida. Lo que sí dijo fue: “Esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel.” Pedro dio a entender a sus oidores que esto era lo que Joel había profetizando tanto a ellos como a nosotros, una continuación de manifestaciones similares. Note la redacción específica en la escritura cuando una profecía finalmente se cumple:

 “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga” (Mt. 21:4, 5); “Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vertidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Mt. 27:35).

Pentecostés no fue el cumplimiento. Ha habido muchos Pentecostés desde ese día. La consumación completa de la profecía de Joel está aún en el futuro cuando todas las señales que la acompañan se cumplan (Jl. 2:30, 31).

Además de lo ya explicado, la posición mencionada anteriormente es insostenible en virtud de que el libro de los Hechos cita por lo menos cuatro ocasiones más donde el Espíritu fue derramado después del día de Pentecostés: Hechos 8:14–17; 9:17; 10:44–46; 19:2–7.

En relación con la Iglesia en general, el bautismo con el Espíritu Santo fue dado una vez y para todos, es decir que el Espíritu Santo está a nuestra disposición en la misma manera que el don de la vida eterna fue ofrecido una vez y para todos en el Calvario. Sugerir que todo creyente está bautizado con el Espíritu Santo equivale a decir que, al morir Cristo, todo el mundo automáticamente se salvó. No podemos dudar que primero debe haber una aceptación y experiencia definitiva e individual de salvación y del bautismo con el Espíritu Santo. Si el Espíritu fue derramado sólo en Pentecostés, entonces los 120 fueron los únicos que recibieron el bautismo con el Espíritu Santo. La salvación no se puede obtener por medio de un apoderado, ni se puede transferir de una generación a otra. De igual manera el bautismo con el Espíritu. Ambas experiencias deben ser aceptadas individualmente.

Positivamente:

1.   Es una experiencia.

El Bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia definitiva, posterior a la salvación, en la cual la tercera persona de la deidad viene sobre el creyente para ungirlo y energizarlo a favor de un ministerio especial. Esta experiencia se describe en el nuevo testamento como el Espíritu “cayendo sobre”, “viniendo sobre”, o “derramado sobre” el creyente en forma repentina y sobrenatural.

2.   La promesa del Padre.

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros …” (Lc. 24:49). “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre …” (Hch. 1:4).

Estas promesas son de gran aliento para el que las busca de todo corazón. El Bautismo con el Espíritu Santo no es algo acerca de lo cual el creyente debe persuadir al Padre que le dé. Dios es el que tomó la iniciativa y el que prometió darle el Espíritu Santo. Esta experiencia no se originó en los hombres. Además, el Padre no se olvida de lo que ha prometido. Dios es abundantemente capaz de cumplir lo que prometió.

3.   El don del Padre y del Hijo.

Y yo rogaré al Padre, y les dará otro Consolador …” (Jn. 14:16). “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo les enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre …” (Jn. 15:26). “…Arrepiéntanse y sea bautizado cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38). “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hch. 5:32).

Si el bautismo con el Espíritu Santo es un don, entonces es gratuito; no se puede obtener por trabajar por él, ni puede ser meritorio en ninguna manera. El Espíritu no se recibe como una recompensa por las horas de oración o por hacer grandes sacrificios. El Espíritu Santo es un don que nos llega gratuitamente por la gracia de Dios. ¡Recíbalo con toda libertad!

4.   El Mandato del Señor.

Mientras estaban juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: «Esperen la promesa del Padre, la cual ustedes oyeron de mí.” (Hch. 1:4). “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hch. 5:32). “No se emborrachen con vino, lo cual lleva al desenfreno; más bien, llénense del Espíritu…” (Ef. 5:18).

El recibir la plenitud del Espíritu no fue algo dejado al capricho o antojo del creyente. Hay un mandato estricto del Señor que cada uno tiene responsabilidad de obedecer. El no hacerlo, constituye un acto de desobediencia.

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