Leccion 1, Tema 1
En Progreso

c. Solo una persona Copy

Los Evangelios registran eventos impresionantes en los que Jesús extendió el perdón y la restauración a quienes ya no tenían oportunidad de redención. Un evento fue el de una mujer sorprendida en adulterio. No había sido un acto de una sola vez. No fue un error. No fue un accidente. Ella sabía lo que hacía. La ley judía demandaba que fuese apedreada. Jesús, quien enseñaba que la ley era buena y debía ser obedecida, invitó a las personas reunidas a comenzar el castigo… pero con una estipulación interesante:

«Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Juan 8:7

Jesús no la defendió. Jesús no minimizó su pecado. Jesús no le dio excusas. No habló de su situación desesperada o de su infancia tan dura. La mujer era culpable y merecía ser castigada. De nuevo, los invitó a hacerlo. Pero nadie se movió. Nadie tiró una piedra.  Eventualmente, la   multitud se disipó. Los miembros más viejos de la multitud fueron los primeros en irse. En poco tiempo, Jesús se quedó solo con la mujer asustada. Fue entonces cuando se dirigió a ella directamente.

«Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?».
«Nadie, Señor». Juan 8:10b-11a

Lo que Jesús le dijo a continuación es asombroso.

«Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar». Juan 8:11b

Jesús, quien llamaba a las personas a un estándar de conducta imposible de alcanzar, le dijo a esta mujer condenada que Él no la condenaba. Esta aparente contradicción refleja la esencia del mensaje y el ministerio de Jesús. Jesús no minimiza el pecado. Jesús reconoce el pecado. Pero en vez de insistir en darle a la gente su merecido según la ley, extendió a los pecadores lo menos merecido: el perdón.

Otro incidente es aún más sorprendente. Este aconteció durante la crucifixión de Jesús. El escritor Lucas nos dice que Jesús fue crucificado entre dos criminales. Según Lucas, uno de los malhechores crucificados comenzó a insultarlo. El otro criminal, sin embargo, salió en defensa de Jesús.

«Pero el otro criminal lo reprendió: 
—¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena?» Lucas 23:40

Lo que vino después fue impactante.

«En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos». Lucas 23:41

El comportamiento del criminal había sido tan atroz, que estaba convencido de merecer no solo la muerte, sino también el ser crucificado; una horrible ejecución en la cual los condenados sufrían incluso días antes de morir. Refiriéndose a Jesús, continúa,

«Éste, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”». Lucas 23:41-42

¿Pero, qué gana aquel hombre al hablar de esta forma? Ya no tiene oportunidad de reivindicar su vida. No puede deshacer sus “errores”. No puede volverlo a intentar… y por eso la respuesta de Jesús es tan maravillosa.

«—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús». Lucas 23:43

Simplemente así, recibió el perdón. Fue restaurado. Sacó boleto con destino a su nuevo y majestuoso hogar.


PREGUNTA

  1. ¿Qué opinas de cómo manejó Jesús el asunto con la mujer adúltera?
  2. ¿Crees que la respuesta de Jesús al criminal crucificado junto a Él fue justa? ¿Por qué sí o por qué no?

Todo lo que llamamos historia humana -dinero, pobreza, ambición, guerra, prostitución, clases sociales, imperios, esclavitud- es la larga y terrible historia del hombre tratando de encontrar algo que lo haga feliz en lugar de Dios.

C. S. Lewis (1898-1963), autor británico de Las crónicas de Narnia
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