¿CÓMO AYUDAR A LOS DIVORCIADOS O SEPARADOS? Randall Wittig
Hablar de separación y divorcio no es una cuestión meramente académica y teológica. La gran pregunta es: ¿Cómo ayudar a los que han sufrido el fracaso de sus matrimonios? ¿Cómo podemos ayudarlos personalmente con sus sentimientos de culpa, resentimiento, fracaso personal y pérdida de la persona que aman?
Cada caso debe ser tratado como único. En el pasado, generalmente, eran los hombres los que abandonaban a sus mujeres. Hoy en día se está revirtiendo; hay una ola creciente de mujeres que dejan a sus esposos.
LA CRISIS
Existen algunos puntos vitales para poder ayudar al que está pasando por el momento de la separación:
A) Es un momento de apertura espiritual. He tenido el privilegio de llevar a varios no creyentes a los pies de Cristo cuando están pasando por la crisis. Necesitan compasión, no ser juzgados o condenados.
B) Se debe encarar el sentido de culpa. La mayoría comienza a pensar en todas las cosas que hizo mal. «Si hubiera esto… o aquello».
Es importante escuchar a la persona y dejar que se exprese para poder ayudarla a discernir cuáles son sus culpas verdaderas y cuáles no. Aquellas culpas que son verdaderas necesitan ser confesadas a Dios y, cuando es posible, al cónyuge. Pero hay otras áreas en que las acusaciones son falsas, sin sentido, y que sólo llevan a la depresión y a la desesperación.
C) El divorcio lleva a un sentido de fracaso. En la mayoría de los casos, no hay un fracaso que una persona sienta más profundamente que el del matrimonio. Piensan: «Si la persona que más amé me rechaza y me abandona, ¿qué me queda? Si la persona que mejor me conoció no encontró en mí nada que fuera digno de ser valorado, ¿qué valor tengo?»
Esto ocurre especialmente con la mujer cuya única meta en la vida era casarse y tener una familia. Siente que ha fracasado completamente. ¡Su mundo se ha venido abajo! Se siente inútil, sin esperanzas de tener éxito en algo. Debemos ayudar a la persona a ver que la separación no significa que, necesariamente, sea una fracasada. Además, puede que no haya sido ella la que fracasó, sino su cónyuge. Y, más que todo, Dios es poderoso para obrar y hacer que, en su plan perfecto, cualquier persona sea de valor si está dispuesta a acercarse a Él.
D) El deseo natural de negociación presenta una etapa peligrosa. La mayoría de las personas pasan por una etapa de negociación, en que están dispuestas a negociar con Dios, con el diablo o con su cónyuge, si sólo pudieran recuperar la pareja. Necesitamos ayudar a las personas a no negociar, sino a encarar los problemas reales con responsabilidad y madurez. Los problemas deben ser resueltos, no cubiertos con promesas y negociaciones.
E) Luego, hay que vencer el resentimiento y la ira. Generalmente, llega esa etapa en que la persona pasa todo el tiempo fijándose en qué formas fue herida, defraudada o engañada. La persona «resiente» (siente de nuevo, hace pasar varias veces por su cabeza) todos los dolores, heridas, y ofensas. Tiende a sentirse víctima de grandes injusticias. Muchas veces esto se expresa a través de ira y agresividad hacia su cónyuge y personas del sexo opuesto. Necesitamos ayudar a la persona a reconocer los daños reales, y enseñarle a perdonar con la gracia de Dios y seguir pensando en ellos.
F) También está la etapa de ira contra sí mismo. En muchas ocasiones la persona se enoja consigo misma porque fue «tan tonta como para casarse con él/ella», o porque no escuchó la recomendación de sus padres o de otros. La persona se echa tierra encima, cosa que nunca ayuda a nadie. Debemos ayudarla a perdonarse a sí misma y a aprender de la situación.
ADAPTACIÓN A LA NUEVA CONDICIÓN
Después de que la persona ha salido de la crisis, comienza una nueva etapa en la que deberá enfrentar muchos problemas nuevos.
Hay pocos éxitos fáciles y fracasos definitivos.
—Marcel Proust
1) El problema social. La persona encuentra que está marginada socialmente. En primer lugar enfrenta una crisis de identidad social: «¿Quién soy? ¿Con quién puedo estar?» Ya no es soltera. Ha vivido otras experiencias. Probablemente tenga hijos y no pueda participar en las actividades de los solteros. Muchas mujeres le tienen miedo a «la separada». Temen que les robe su esposo. Por otra parte, y lamentablemente, algunos ven en la persona separada alguien fácil de engañar y usar en el plano sexual. Ahora, esas presiones, codicias y tentaciones se multiplican.
2) El problema de los hijos. Con la separación viene la lucha por el afecto y la lealtad de los hijos. Los hijos se sienten como tirados por dos sogas. Ellos aman a los dos, pero cada uno tiende a hablar mal del otro para ponerlos de su lado. Es importante que el pastor hable con los dos padres y les recomiende que, por amor a los niños, no los conviertan en víctimas ni los utilicen como armas en su batalla. La mejor forma de hacerlo es que los dos padres, juntos, llamen a los niños y les digan algo así: «Mamá y papá quieren que ustedes sepan cuánto los queremos los dos. Realmente los amamos mucho y han sido de mucha bendición para nosotros. También deseamos informarles que estamos teniendo problemas entre nosotros dos y que no estamos resolviéndolos. Por eso, lamentablemente, hemos decidido separarnos. Pero queremos que sepan que no ha sido, en ninguna forma, por culpa de ustedes sino nuestra.»
3) El problema con el círculo familiar. Es común que uno de los dos deba volver a la casa de los padres. En ocasiones los dos deben hacerlo. También surgen muchos conflictos de autoridad sobre la crianza de los nietos.
4) El problema de ser madre o padre solo. Es trabajo de dos criar niños. Pronto la persona separada se encuentra con la gran dificultad que significa ser padre solo/a. Si no es fácil para dos, menos lo será para uno solo; aquí es donde la familia de la iglesia necesita ser pronta para ayudar en todo lo que sea posible.
5) El problema financiero. La mayoría de las parejas, cuando se separan, no se dan cuenta de todas las complicaciones que se ocasionan. Una de ellas es la del aspecto financiero. Generalmente, la mujer tiene que volver a trabajar largas horas. ¿Qué pasa con los chicos? ¿Quién los cuida? ¿Quién los va a buscar a la escuela? La mayoría de los hombres no pasa el subsidio decretado por el juez en la separación.
6) La batalla legal. Rara vez la separación legal no termina en una batalla en la que uno de los esposos trata de tomar ventaja del otro. Además, muchas veces, requiere repetir y revivir todas las razones y hechos que llevaron a la separación, con la alta posibilidad de que se hagan acusaciones falsas y feas en público.
7) Batalla con la soledad. Cuando se asienta el polvo de los otros problemas y uno se encuentra sin su cónyuge, comienza uno de los problemas más difíciles: la soledad. Es el mismo problema de la viuda: Se encuentra sin la persona con quien compartía, hablaba y de quien recibía el afecto que se necesita. Algunos hombres y mujeres buscan llenar ese vacío en seguida, generalmente cayendo en los brazos de la primera persona que les muestre afecto, sin discernir quién o cómo es. Muchas veces, el resultado es trágico y resulta en una herida más profunda.
8) La tendencia a tomar decisiones drásticas. Ocurre que, en el proceso de separación, hay una tendencia a tomar decisiones drásticas que muchas veces crean grandes problemas posteriores. Por eso es importante recomendarle a la persona que no tome ninguna decisión importante en los primeros seis meses a un año, y así protegerse de los lamentos futuros.
El proceso para una recuperación significativa puede durar hasta más de dos años. Durante el mismo necesitamos ayudar a la persona a mantener su esperanza en Dios, que es poderoso para ayudarla a superar los problemas y rehacer su vida.
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